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Lástima no, Socialismo
Por Eduardo Sartelli - Thursday, Sep. 15, 2011 at 1:21 PM
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Debate por el FIT. Artículo de Eduardo Sartelli y su respuesta a la intervención de Hernán Díaz

Debate sobre el FIT

 Lástima no, Socialismo 

Eduardo Sartelli
Director del CEICS

Las últimas elecciones no reportaron para el FIT ni para el conjunto de la izquierda ningún resultado excepcional. El clima exitista que se vivió en los primeros momentos sólo se justifica por el terror que cundió en las filas de alguno de los miembros del Frente luego de las elecciones en Capital Federal, cuando pareció que se aproximaba un tsunami entre las urnas. En ese momento, todas las discusiones sobre el “voto democrático” entre el PO (que lo rechazaba agriamente) y el PTS (que lo defendía como necesidad de la hora) se acallaron, y quienes más se oponían pasaron a ser sus más fervientes defensores. Dicho de otra manera, una magra elección se convirtió en un “triunfo” (que en la boca paroxística de Altamira alcanzó ribetes de revolución mundial) simplemente porque se pasó de la extremaunción al pulmotor, pasaje probablemente ficticio porque, si bien se mira, ni está tan bien ni estuvo tan mal. Simplemente, no estuvo.

El voto democrático es una consigna que se esgrime cuando un participante ha sido excluido del juego: el voto en blanco peronista, por ejemplo. Se trata de agitar contra una proscripción, en este caso, una inexistente. Inexistente porque un partido que no supera el 1,5% del padrón electoral no ha sido proscripto, sencillamente no existe. Plantear una proscripción de este tipo es, en realidad, tratar de ocultar otra, más grave: la proscripción del pueblo que no nos vota. Y lo peor: la proscripción de nuestro propio pensamiento, que no nos permite preguntarnos las razones de ese rechazo popular.

Un flequillo para un rollinga…

Quien alguna vez nos criticó por no mencionar a cada paso la palabra “revolución”, no sólo integró un frente que se cobija en el amplio marco de la “izquierda” (después de todo, su propio partido se esconde detrás de un adjetivo todavía más amplio), sino que fue la avanzada feliz de una campaña que se basaba en un “milagro” para sí mismo. Lo triste no fue que personajes como Rial se rieran de buena gana con tal ocurrencia, lo peor era ver los mensajes reenviados de los militantes del PO pidiendo un “milagro para Altamira”. Tan triste como los spots que, al estilo Chapulín Colorado, preguntaban “¿quién podrá defendernos?”, no ante la avanzada de los ejércitos zaristas sino por reivindicaciones sindicales más bien modestas que no escapan al discurso de la propia Cristina. La izquierda revolucionaria fue a las elecciones (fuimos) a dar lástima.

Cuestionamos el contenido de la campaña desde el primer momento, en el interior del ámbito en el que nos tocó militar, en el de la Asamblea de Intelectuales de Izquierda. Nos callamos en forma pública para respetar el acuerdo alcanzado por todos los participantes del frente. Lo contrario habría sido boicotear la decisión común adoptada por los tres miembros más importantes del FIT. Habiendo cumplido con una disciplina elemental, corresponde hablar ahora.
Por empezar, la “asamblea” de intelectuales no fue tal. Fuera de un puñado de arribistas que ponen el nombre cuando les conviene, pero que incluso después llamaron a votar a Cristina, fuera de los arrimados por el negocio editorial, la asamblea juntó lo que siempre junta este tipo de experiencias, lo que en el pasado juntó la COSODU, la revista Reunión o el EDI. La diferencia ahora es el PO como núcleo convocante, ocupando el lugar del desaparecido PC y con el FIT como nueva Izquierda Unida. Siempre hay alguno que se queda afuera, como el MAS, que hizo una payasada por cuestiones de cartel, al estilo calle Corrientes. El núcleo de los “intelectuales” presentes estuvo entre los estudiantes y profesores universitarios del PO y del PTS, que tenían mayoría absoluta. Dicho aparte, resultaba curioso encontrar entre los presentes gente que se ha caracterizado siempre por posiciones abiertamente anti-intelectuales. Sea como sea, como señalamos en su momento, no se trataba de crear un organismo intelectual que potenciara la voz del Frente y abriera un cuadro de intervención en su campo, al estilo de lo que hace el kirchnerismo con Carta Abierta, sino de formar una comparsa electoral.

Obviamente, la maniobra debía ser realizada de manera vergonzante, ejecutando un acuerdo entre bambalinas con el PTS, acuerdo que consistía en que en la Asamblea no podía votarse nada, todo debía surgir por “consenso”. Argumento falso porque, por una cuestión de respeto elemental, nosotros, una agrupación minúscula, no íbamos a hacer fracasar ningún acuerdo entre PO, PTS e IS simplemente porque no estábamos de acuerdo. El argumento del “consenso” tenía por función que las propuestas de RyR nunca fueran votadas. En qué medida nuestras propuestas hacían mella en la tropa del PO, que sistemáticamente nos “consensuaba”, es decir, nos transformaba en una voz sin derecho a otra cosa que “opinar”, lo demuestra el que, con una mayoría absoluta de su lado, hubiéramos perdido toda votación. Temían, entonces, verse enfrentados por sus propios compañeros, un porcentaje de los cuales no estaba de acuerdo ni con el tipo de campaña ni con la forma en que la Asamblea se conducía ni con las perspectivas futuras del FIT. Sobre todo, esto último.

Un partido, tres fracciones, varias tendencias, muchas corrientes

En efecto, el problema no es, como quiso en la última asamblea Pablo Rieznik, que nosotros seamos ortodoxos y que el PO sea “trotskismo con sentido común”, que no se asuste por meter los pies en el barro. Dejemos primero de lado que se trata de una expresión poco feliz, no ya porque festejar la “victoria” con champán con un intelectual del Proceso no parece precisamente un ejercicio de sentido común, ni porque la política revolucionaria es cualquier cosa menos “sentido común”. Tampoco es un problema el trotskismo, corriente a la que no pertenecemos ni orto ni heterodoxamente. Ni se trata de un ejercicio “historiográfico”, como señaló Hernán Camarero, demostrando, sin querer supongo, tan poco aprecio por su propio oficio de historiador. Se trata de otra cosa: de la razón por la cual la izquierda es proscripta electoralmente por la propia clase a la que dedica todos sus afanes y qué puede hacer para revertirlo.

Por empezar, es normal que cuando el capitalismo vive o parece vivir una recuperación y expansión, la masa de la clase obrera mire para otro lado, hacia posiciones más conformistas. Si no fuera así, el capitalismo ya no existiría. Se llama hegemonía y ha sido explicado muchas veces. Que esto permita comprender el 50% de Cristina es razonable; no lo es tanto cuando pensamos en el 2,5 del FIT. Para explicar ese magro resultado, que es más o menos el de siempre, el techo histórico de la izquierda, hay que apelar a otros argumentos.
Allí resulta de importancia que el que se llevó todos los votos, el gobierno, haya hecho un intenso trabajo de zapa del conjunto de la izquierda, como corresponde a un gobierno bonapartista. No le fue mal al FIT, le fue mal a toda la izquierda fuera del gobierno: Pino, Binner, etc. El gobierno, plata de la soja mediante, cerró ese espacio, recompuso la relación de la burguesía con las masas y reconstruyó el régimen político. Dicho de otra manera: cerró la crisis que abrió el Argentinazo. En ese marco, salvo que la crisis mundial, que tarde o temprano va a llegar, provoque otra vez la apertura de esas fisuras, la izquierda tiene poco para crecer. Como explicación de la debilidad de la izquierda revolucionaria en la Argentina actual, sirve. Dudo, sin embargo, que alcance para dar cuenta del 2,5.

En los argumentos anteriores hay razones fuertes para explicar una debilidad de la izquierda, pero no alcanzan para dar razón de su inexistencia electoral. ¿Por qué el FIT no puede sacar el 10% de los votos? No hay ningún obstáculo insalvable por el cual la izquierda tenga que ir a dar lástima para conseguir la cuarta parte. Su presencia en las luchas de las masas hace presumir un mejor lugar en las urnas. Su activo militante lo confirma. Entonces, ¿por qué el 2,5 y no el 10? Primero, porque no se lo propone. Porque se lanzó a la lucha sin personalidad, no como una opción, sino como descarte. Pero, más importante, porque no se organiza para un papel de envergadura histórica.

En efecto, la izquierda no puede crear las condiciones objetivas de su intervención, pero puede favorecer el desarrollo de las subjetivas. Ello quiere decir, primero, clarificación programática; segundo, desarrollo de la organización; tercero, despliegue de la propaganda. Durante años nos opusimos a la “unidad de la izquierda”, porque el precio era disolver a las organizaciones revolucionarias en un frente con el oportunismo electoral de Izquierda Unida. Hacía falta realizar una clarificación programática, que fue hecha, en parte, por la realidad misma: la desaparición de IU se debe a su propia realización, el kirchnerismo. Esto es lo que estaba implícito en los deseos del PC y del MST y esa es la razón por la cual terminaron como terminaron, absorbidos por la burguesía. Ahora que ese obstáculo no existe, es momento de desarrollar la unidad organizativa con quienes tienen el mismo programa común. Dicho de otra manera, ha sonado la hora del gran partido de la izquierda revolucionaria, partido que está en germen en el FIT. Un gran partido, que nuclee a tres fracciones trotskistas (PO, PTS, IS) y reúna en su seno tendencias trotskizantes y corrientes de opinión dentro del tronco común bolchevique, sería un continente capaz de atraer una enorme masa de activistas. Constituiría un polo de atracción con una capacidad multiplicada de intervención propagandística. Esto no sacaría a la izquierda revolucionaria de una debilidad que yace en causas que no puede modificar, pero le permitiría reunir todas sus fuerzas, que se multiplicarían por simple sinergia. Ya lo vimos en ocasión del Bloque Piquetero Nacional y la ANT, bien que en otro contexto.

Ése es el problema que la izquierda revolucionaria puede y debe encarar. Desde ese punto de partida más alto la Izquierda Revolucionaria Socialista puede lanzar un desafío y gritar a voz en cuello que este tipo de sociedad es pan para hoy y hambre para mañana. Sólo desde allí podrá enfrentar la mezquindad del circo de Cristina, oponiendo a sus migajas una perspectiva de futuro cierto, de cara a la crisis inevitable que se avecina. En vez de temer a la voz de las urnas, oponiéndole una voz ajena, podrá pronunciar sin miedo su propio nombre. El problema no es cómo tapar la gritería inaudible de una agrupación minúscula. De lo que se trata es de dejar de dar lástima y atreverse a llamar a las cosas por su nombre: Socialismo.

 

La vieja izquierda y la asamblea de intelectuales


Hernán Díaz


En un texto desaforado, Sartelli propone algo que realmente no entiendo: pretende que (en 24 segundos de spot televisivo) se realice una campaña por el socialismo revolucionario puro, con clarificación programática y reivindicaciones combativas, porque así… sacaremos el 10% de los votos. Tengo la sensación de que vivimos en países diferentes.

Plantea que la votación del FIT en las primarias fue “magra”, “inexistente”, que sufrimos el “rechazo popular” y que fuimos proscriptos por la misma clase por la que luchamos. Yo creo que la evaluación de los votos tiene un componente objetivo y otro subjetivo: el primero nos indica que el FIT sacó más votos que las fuerzas que la componen, y triplicó votaciones recientes, como la de Buenos Aires. El componente subjetivo indica que teníamos una meta que lograr y se logró: eso alegra a cualquiera, salvo a los “revolucionarios” de los santos de los últimos días.

Sartelli no está de acuerdo en que el piso de 1,5% sea proscriptivo. Quien no saca esos votos, sencillamente “no existe”. Ese es el argumento del Estado. Ahora, ¿por qué el 1,5 y no el 1%? ¿Por qué no el 11%? En este último caso, Sartelli estaría de acuerdo en que hubiéramos sido proscriptos, porque supera su “piso de oro” del 10%. Es verdad que no se trata de una proscripción como la de Perón, sino de otra más sutil: se exigen requisitos ingentes (avales, afiliaciones, escribanos, certificaciones, etcétera) y luego se pone un piso ficticio, fuera del cual no se puede hablar. En la campaña televisiva (que es la única de la que habla Sartelli) no se habló de “proscripción” sino de “silenciamiento”.

Yo creo que efectivamente este piso proscriptivo nació del intento de silenciar a los partidos chicos y, en particular, a la izquierda. La jugada no salió bien por diversas cuestiones: la primera la unidad de la izquierda, la segunda la bancarrota de la centroizquierda. La postura de RyR lleva a pensar que Pino Solanas no fue proscripto y Sartelli no piensa reclamar por su derecho a participar en el debate electoral.

Sartelli cree que definirnos como “izquierda” es demasiado amplio. Y al final de su artículo dice que Solanas y Binner son también de izquierda. Por ser un término amplio, ambiguo, hemos hecho una buena operación de redefinición: hay que volver a plantear que la izquierda son los partidos obreros, socialistas, los de las banderas rojas. Pero justamente por la situación mundial y nacional, apropiarse del término “izquierda” es una operación saludable. ¿Qué propondría, si no, Sartelli? ¿Qué nos llamemos Frente Revolucionario del Proletariado Industrial Socialista? Ah, entonces sí, ahí sacaríamos un 10% de votos.

Tenemos que apropiarnos del término “izquierda” y denunciar a los que se disfrazan como tales, porque son cómplices de la crisis capitalista, y que tienen políticas levemente diferentes al actual gobierno (y en algunos casos, como Binner, peores).

Pero las peores críticas las descarga Sartelli contra la asamblea de intelectuales del FIT. No voy a reproducir sus insultos, pero sólo voy a decir que esa asamblea, desde un principio, se desarrolló con el método del acuerdo consensual, por una cuestión elemental: los acuerdos políticos estaban dados por el Frente de Izquierda y la asamblea quería actuar como un “comité de base” de ese frente. Las iniciativas debían partir (como señaló Sartelli en otro texto anterior, cuando todavía no se había enojado) del sector independiente, porque, evidentemente, el FIT no le había “asignado” una tarea a ese sector. Por eso fuimos avanzando con pies de plomo. El consenso no obedecía a una “conspiración” de partidos sino que era una necesidad por el mismo ámbito en el que nos encontrábamos. Supongo yo que habría muchos militantes, pero también se notaba que había participantes “independientes” e incluso grupos que dijeron alguna que otra cosa discordante, para quien lo quiera entender.

La asamblea de intelectuales debía partir del acuerdo del FIT, porque para eso se había reunido, y avanzar consensuadamente (aunque a Sartelli sólo le gusten las votaciones) en actividades conjuntas. Si hubiera surgido alguna diferencia política o ideológica fuerte, no dudo de que se habría hablado y se habría… votado. Creo que prevaleció la idea, en la mayoría de los integrantes, de avanzar y plantear las cosas “por la positiva” (como dijo un miembro de RyR en la última asamblea).

Según la paranoia de Sartelli, “el argumento del consenso tenía por función que las propuestas de RyR nunca fueran votadas”. En realidad, solamente en una asamblea un miembro de RyR pidió votar algo completamente secundario: la realización de una publicación en papel, y se lo llamó a no reclamar una votación porque se le había dado una solución de consenso, que era empezar con un foro virtual de debate. No hubiera estado mal votar, creo que prevalecía la idea de que no era una diferencia de principios y que se podía allanar dando pasos en ese sentido. La idea de marchar hacia una publicación fue retomada, por lo menos, dos veces por compañeros que no eran de RyR, y no para criticarla. Eso no es “censurar” a nadie. Las demás ideas, no se propuso que fueran “desconsensuadas”, porque se entendió que eran algunas de las muchas que circulan en la asamblea y fuera de ella.

Lo que no hizo la asamblea de intelectuales fue convertirse en “comparsa electoral”. Somos un núcleo que empezó a dar sus primeros pasos. Yo aspiro a que se sostenga por mucho tiempo. De a poco, en la medida en que cada uno pueda y quiera, iremos avanzando en nuestra tarea específica, que es conectar nuestros saberes parciales con lo que le pueda servir a la causa del socialismo. Pero eso lleva tiempo, conocerse, tenerse confianza y saber con qué bueyes aramos. Si para RyR la asamblea consta solamente de algunos arribistas, otro poco de vendelibros y una mayoría de militantes atravesados por las coerciones del centralismo democrático, bien haría en armarse otra asamblea para ellos solos, porque éste no es el lugar que parece adecuado para la propaganda por el socialismo revolucionario de los últimos días. Yo no estoy proponiendo echar a nadie, pero después de lo que han dicho no se entiende bien qué les interesaría hacer en esta asamblea con semejante gente.

Las palabras de Sartelli, que he llamado más arriba “desaforadas”, evidencian que hay gente que se quedó en una vieja izquierda, gritona, insultante, paranoica, que cree que ser “revolucionario” significa hablar de cualquier cosa en cualquier lugar. Yo creo más en lo que se propuso hacer Marx, en una situación semejante a ésta: ser firme en el fondo, pero blando en la forma. Y trabajó codo a codo en una organización llena de arribistas, vendelibros, figurones y gente que ni siquiera bregaba por el socialismo. Y ganó.

La vieja izquierda está acostumbrada a ser infinitesimal y a gritar para compensar su falta de altura. Esa izquierda es principista, porque no puede acceder a instancias de decisión (y no estoy hablando de cargos en el Estado). Piensan que ser “revolucionario” es ser una especie de gladiador, siempre con la espada desenvainada para “desfacer entuertos”, pero hay dos cuestiones que este lenguaje descuida: uno, el tono beligerante es bueno descargarlo contra nuestro enemigo, el capitalismo, y no tanto contra nuestros amigos; dos, cada época y situación tiene su tono, y estamos hablando de campañas electorales. Estas propuestas que hago alguna vez fueron tildadas como “una moral de señoritas”, y me pareció bárbaro.

Es insensato pretender que un “revolucionario” habla siempre de la misma manera: el estilo recorta también un interlocutor, y los gestos del general, en la paz, se vuelven ridículos. Lo que en un momento parece un padecimiento necesario, al crecer puede transformarse en un defecto permanente. La izquierda, tarde o no, dio un paso adelante, y ahora tiene que, por ejemplo, decir algo en 24 segundos. ¿Qué hubiera hecho Sartelli en 24 segundos, fuera de la chicana del Chapulín Colorado? ¿Recitar con un acelerador el manifiesto comunista, o le alcanza para los cuatro primeros congresos de la IC?

Ya lo dijo Fabián, por RyR, en un mail que se dedicaba a criticar el consenso (pero sin embargo hablaba muy bien de los spots de campaña del FIT) y allí afirmaba que ser “revolucionarios” era confrontar ideas y hablar, como se dice popularmente, “sin pelos en la lengua”. Yo agregaría que hay que presentar las ideas en el momento y en el tono adecuados. De otra manera, no se es revolucionario, sino un confrontador profesional.

Sartelli, vos sabés muy bien que las “pocas ideas para muchos” tienen que tener necesariamente alguna ambigüedad. Al primero que se le ocurrió decir “gobierno obrero y campesino”, seguro le saltó un miembro de la vieja izquierda a reclamar por la vieja consigna “dictadura del proletariado”, cuando la primera era sólo la formulación popular de la segunda. Esa ambigüedad tiene anclajes para su significación fuera de esas pocas consignas: el programa votado por el FIT, las entrevistas en los medios, los periódicos y volantes, las explicaciones de los militantes en la calle cuando piquetean sus publicaciones, etcétera. ¿Alguien en la Argentina pensaba que los partidos del FIT eran otra cosa que lo que siempre fueron? No lo creo, se votó a tres partidos trotskistas. Lo que sí se vio (yo, por ejemplo, los apoyo por eso) es que maduraron una alianza que hace que las diferencias de opinión de todos (los votantes, los simpatizantes, los miembros de la asamblea) puedan ser contenidas, tamizadas, homogeneizadas, en el juego de las divergencias políticas originales de esos partidos. El frente disimula y, a la vez, potencia, las diferencias de sus integrantes, porque ni cada uno de ellos carga con la mochila de los otros dos, ni los independientes tenemos que rendir cuenta por todo lo que esos partidos hacen o harán. Y eso no significa que se deban evitar las discusiones o las diferencias: es la oportunidad de que esas diferencias no sean el eje, por primera vez en nuestra historia. Pero, claro, hay gente que fue mal enseñada y repite los viejos vicios: compañeros, cambiemos.

 

A la vuelta de la esquina

A propósito del ataque personal de Hernán Díaz por mis críticas a la asamblea de intelectuales del FIT

Eduardo Sartelli 

Conocí a Hernán Díaz cuando yo militaba en el PO, en tiempos duros en los que muy pocos se mantenían en actividad y más de uno que ahora grita, en la época triste del menemismo se rascaba con argumentos filosóficos propios de un fundido. No habiéndolo visto demasiado activo en los últimos veinte años y recordando alguna conversación en la que asumía posiciones filo-autonomistas, me sorprendió su repentino ímpetu, incluso su voluntad crítica y su acercamiento a la izquierda partidaria. No es mi intención descalificar sus argumentos, pero siempre es bueno que el público sepa algo de quienes confrontan políticamente. Además, aunque valoro su vuelta a la actividad política, aunque más no sea bajo esta forma, quisiera dejar sentado desde el comienzo que la suya es una mala manera de debatir, porque se concentra en minucias con las que esconde el problema central, a saber: ¿puede la izquierda revolucionaria, en este contexto político y social, aspirar a una mayor presencia en la vida argentina, o tiene que conformarse con guarismos que no superan su experiencia histórica? Dicho de otra forma: ¿el Argentinazo pasó gratuitamente o, como creemos en RyR, dejó un sustrato militante y de simpatías sociales muy grande que espera ser organizado? De eso estamos discutiendo. Ese es el debate que la intervención poco seria de Hernán Díaz pretende esconderle a los militantes que intervinieron (intervinimos) en la lucha reciente.

Eso es lo primero que hay que señalar. RyR, a la altura de sus posibilidades, puso todo su esfuerzo en la campaña: además de organizar actividades con los candidatos y utilizar todas sus publicaciones y medios para agitarla, editó incluso un volante especial, cuatro páginas a color tamaño diario, que repartió por miles. Todo lo pagó de su bolsillo y no le reclamó por ello a nadie. No sé lo que hizo Hernán, además de ir a las asambleas y armar un blog. Tal vez me conteste que él no tiene una organización propia y que sus fuerzas son, entonces, limitadas. Efectivamente: cuando yo me fui del PO no me quedé en mi casa sólo para salir de vez en cuando al CEDINCI a revisar papeles viejos. Construí una organización. Y por eso tengo compañeros, no dependo de convocatorias ajenas. Hablo, hablamos, desde un lugar militante, no desde el púlpito de un fundido recauchutado a última hora.

Sobre la caracterización de la Asamblea, no hay más que escuchar a Hernán Díaz, que la compara con no se qué experiencia de Marx, quien, según él, también tuvo que convivir con “arribistas, vendelibros, figurones y gente que no bregaba por el socialismo”... Si se refiere a la I Internacional, lo primero que hizo Marx fue llevar adelante una gigantesca batalla interna para clarificar programa, separar a los arribistas y conquistar su dirección, no conciliar con ellos. Y cuando no pudo asegurarse su control frente a gente bastante más respetable que esos “arribistas y figurones”, es decir, frente al bakuninismo, la disolvió para evitar que degenerara y no pudiera servir, a futuro, ni siquiera como ejemplo moral. Cabe recordar que el final de la Internacional comenzó cuando Marx se empeñó en sacar un encomio de la Comuna de París, contra la voluntad de los miembros más renuentes, como los sindicalistas británicos. Mal ejemplo te buscaste…

Con respecto al funcionamiento y el sentido de la asamblea, Díaz mismo pone sobre la mesa de qué se trató: la Asamblea de intelectuales no era cosa tal, sino un simple “comité de base” para las elecciones del FIT. Dicho de otra manera, no llega ni a Carta Abierta. Debieran haberlo dicho así y no hubiera habido mayor problema. Denominarlo “asamblea” es violentar su naturaleza: en una asamblea se vota, está para eso, no para consensuar. Lo que no se pudo votar, lo que no se quería votar, Díaz se hace el tonto aquí, no era simplemente la existencia de una publicación en papel. Lo que se quería bloquear era el desarrollo de iniciativas que autonomizaran la “asamblea” del control del PO, en particular, aquellas iniciativas que iban en el sentido de darle al FIT una vida más profunda y más larga que la del proceso electoral. Que el FIT no tiene más vida que eso, Altamira se ha cansado de decirlo. Eso es lo que se bloqueaba con el asunto del consenso. Si Hernán Díaz no se dio cuenta, afirmando ahora su vocación de continuidad del Frente, lamento decirle que hizo el papel de idiota útil y lo sigue haciendo. Despojada de su carácter asambleario, la asamblea no podía ser otra cosa que comparsa electoral. Si hubieran dicho que querían simplemente un “comité de base” hubiera sido algo más serio. Se transformó en una comparsa porque intentaron hacerlo pasar como otra cosa, como un lugar donde los “intelectuales” iban a poder sumarse como tales a la construcción del Frente. La intervención de Díaz nos ha permitido echar luz sobre este punto, demostrando que teníamos razón desde el comienzo, puesto que ahora nos enteramos que la “asamblea” no era “el lugar adecuado para la propaganda del socialismo de los últimos días”. Me queda claro…

Díaz pretende que el 1,5% es discriminatorio y que fue pensado contra la izquierda. Me imagino que Aníbal Fernández debe haber estado meses pensando en los votos que podía robarle a un FIT entonces inexistente y, luego de intensas discusiones con sesudos intelectuales y militantes kirchneristas, imaginó el piso mínimo para evitar que Altamira opacara a Cristina… Y después me adjudica el mote de mesiánico a mí… El piso del 1,5 fue pensado para la interna del PJ, para evitar las colectoras y la dispersión del voto frente a una oposición que amagaba con abroquelarse. El FIT, políticamente, nunca fue un problema electoral para el kirchnerismo, a tal punto que ahora sus militantes están alentando el voto a su fórmula para restarle a Binner.

Mientras por un lado defiende la idea de que censurar al 1,5 es violentar los derechos de las masas, se olvida que son esas mismas masas las que tienen en sus manos romper esa censura simplemente con votar a la izquierda, a quien nadie le prohíbe que se presente a elecciones, como se prohibió a Perón, al que ni siquiera podía mencionarse más que con el título de “tirano prófugo”; todo lo contrario, al FIT, como a cualquier otro partido, no sólo no se lo prohíbe sino que se le paga para participar de los comicios. La proscripción, entonces, no es “más sutil” ahora, simplemente no existe. Paradójicamente, quien me acusa de tener un discurso elitista y para pocos, se congratula de su lenguaje para las masas del … 2,5%. Dejando de lado que no se trata de una cuestión de “discursos” sino de su contenido político, si hay que adoptar una “moral de señoritas” para conquistar a esas “masas”, no quiero imaginarme qué genuflexiones está dispuesto a realizar Díaz para alcanzar, no digamos el 50, sino apenas el 10%...

Ese es el núcleo del problema: detrás del exitismo absurdo de gente como Díaz, que impide reflexionar acerca del grave problema en el que estamos metidos, problema que, sin embargo, tiene un principio de solución, lo que se esconde no es una “moral de señoritas”, sexismo impropio entre nosotros, sino una moral de la derrota. En efecto, quien me chicanea con el tarcusiano argumento de la “secta” (según el cual un revolucionario con principios a los que no renuncia por una elección de mierda, es un profeta autoproclamado que se solaza en su masturbatoria soledad), le inculca a sus compañeros que esto es todo lo que puede hacerse. Decir que esta marginalidad histórica (el 2,5%, se lo mire por donde se lo mire, es una mala elección después de todo lo que ha corrido bajo el puente, de 1983 para acá), es todo lo que podemos esperar, es lo mismo que decir que 30 años (treinta años, no una o dos elecciones atrás) de lucha no han servido para nada. Conseguir “triplicar” una elección miserable como la de Capital, no ya con una campaña lavada sino con una campaña vergonzosa (“un milagro para Altamira”) demuestra, además, la escasa sutileza, por decirlo sutilmente, del análisis de Hernán. El derrotismo profundo que expresa esta concepción de las posibilidades de la izquierda revolucionaria salta a la vista. Derrotismo que es la contracara del exitismo ridículo que campea en este tipo de personajes. Adoptando la moral del fundido, difícilmente podremos aspirar a otra cosa. Mientras tanto, los argumentos centrales de mi crítica no han sido rozados siquiera por el brulote al que respondemos.

En efecto, el problema no es si podíamos sacar el 10% con un discurso “rabiosamente” socialista. Sólo un estúpido cree que la realidad es cuestión de discurso. Lo primero que se señala es que sólo alguien que no confiaba más que en la más terrible de las derrotas, puede alegrarse porque considera un triunfo el superar el 1,5%. Y lo que a renglón seguido se puntualiza, es que para conseguir el 2,5 no hacía falta lavar el programa con lejía democratizante, ni mucho menos apelar a Jorge Rial. Para Hernán Díaz no se podía decir “revolución” ni “socialismo” en spots de 24 segundos. Bonacci, en la misma cantidad de tiempo, hizo una crítica más profunda a la democracia que el FIT, que la reivindicó y llamó a su profundización rompiendo la “proscripción”. Cierto es que el candidato de ultraderecha sacó menos votos que el FIT. Cierto es también que, para la historia, la militancia y el conocimiento social que tenía, medido a la Díaz, hizo una elección espectacular…

¿A qué viene, entonces, el 10%? Se trata de fijarse un horizonte, de ponerse una meta no derrotista, una meta que demuestre que tenemos vocación de protagonismo social y no que simplemente tememos quedarnos fuera del cretinismo parlamentario. Y es aquí donde Díaz hace mutis por el foro, con el argumento propio de todos los revisionistas: hay que aggiornarse, hay que dejar de lado los principios, hay que crear una “Nueva Izquierda”, etc., etc. Porque lo que se dijo no es que un spot diferente hubiera dado otro resultado. Díaz no reconoce la principal virtud del FIT, que es su existencia misma. La conformación del FIT creó un cuadro de intervención y entusiasmo que el derrotismo de su dirigencia terminó cancelando, un entusiasmo que hasta despertó fundidos y los colocó en posición de lucha. La creación del FIT, una hazaña que hay que adjudicarle a Aníbal Fernández, pone sobre la mesa la cuestión central: en un momento en que las masas giran hacia la subordinación al régimen, ¿hay algo que podamos hacer para retener y potenciar la militancia y las simpatías que la izquierda revolucionaria ha cosechado desde fines de los ’90? No podemos crear una situación objetiva que provoque la crisis, pero sí podemos prepararnos subjetivamente para esa instancia que se asoma en un futuro no lejano. Por eso llamamos a la creación de un gran partido de la Izquierda Revolucionaria Socialista: un partido, tres fracciones, varias tendencias, muchas corrientes de opinión. Es una posibilidad planteada por la desaparición del democratismo de Izquierda Unida y el propio protagonismo social de la izquierda revolucionaria. Los tres partidos que conforman el FIT tienen el mismo programa político, no hay razón para que no confluyan como fracciones de una misma organización; muchos “partidos” con programas si no iguales, muy parecidos, podrían constituirse como tendencias en su interior; muchas organizaciones que no alcanzan el estatus formal de partido (como RyR, por ejemplo) podrían desarrollarse como corrientes de opinión en el seno de esa robusta estructura. El efecto que esa unificación organizativa produciría sería gigantesco. Esa estructura podría poner fin a la dispersión y plantearse objetivos que tuvieran impacto político real: con el 10%, Binner se perfila como el gran opositor de Cristina. Hernán Díaz, que me acusa de pensar para pocos, sobre esto no ha dicho nada, salvo que deba entenderse como tal vaguedades del estilo “cada uno, como pueda va haciendo un poquito, aportando nuestros saberes parciales, apropiándose de la palabra izquierda…”. Con esta mediocridad, con este asqueroso lenguaje posmoderno, no llegamos ni a ningún lado. Menos si a ella le adjudicamos la virtud de “renovar” la izquierda, porque resulta que ahora el PO ha cambiado 180º gracias a Twitter. Menos si se pone como excusa que partidos que hace 30 años que confrontan por el mismo espacio “recién se están conociendo”… Hay que ser mediocre hasta para macanear…

Si evitamos la dupla derrotismo-triunfalismo, si pensamos que el 97,5% que no nos votó no es un territorio inalcanzable sino un continente por conquistar, la Izquierda Revolucionaria Socialista tiene un mundo entero por el cual luchar, un mundo que la espera, a poco que se anime, a la vuelta de la esquina.

 

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El Aromo
Por RyR - Thursday, Sep. 15, 2011 at 1:22 PM

El Aromo n° 62 ya está disponible completo en Razonyrevolucion.org

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La vieja izquierda y la asamblea de intelectuales
Por Hernán Díaz - Thursday, Sep. 15, 2011 at 2:04 PM

En un texto desaforado, Sartelli propone algo que realmente no entiendo: pretende que (en 24 segundos de spot televisivo) se realice una campaña por el socialismo revolucionario puro, con clarificación programática y reivindicaciones combativas, porque así… sacaremos el 10% de los votos. Tengo la sensación de que vivimos en países diferentes.

Plantea que la votación del FIT en las primarias fue “magra”, “inexistente”, que sufrimos el “rechazo popular” y que fuimos proscriptos por la misma clase por la que luchamos. Yo creo que la evaluación de los votos tiene un componente objetivo y otro subjetivo: el primero nos indica que el FIT sacó más votos que las fuerzas que la componen, y triplicó votaciones recientes, como la de Buenos Aires. El componente subjetivo indica que teníamos una meta que lograr y se logró: eso alegra a cualquiera, salvo a los “revolucionarios” de los santos de los últimos días.

Sartelli no está de acuerdo en que el piso de 1,5% sea proscriptivo. Quien no saca esos votos, sencillamente “no existe”. Ese es el argumento del Estado. Ahora, ¿por qué el 1,5 y no el 1%? ¿Por qué no el 11%? En este último caso, Sartelli estaría de acuerdo en que hubiéramos sido proscriptos, porque supera su “piso de oro” del 10%. Es verdad que no se trata de una proscripción como la de Perón, sino de otra más sutil: se exigen requisitos ingentes (avales, afiliaciones, escribanos, certificaciones, etcétera) y luego se pone un piso ficticio, fuera del cual no se puede hablar. En la campaña televisiva (que es la única de la que habla Sartelli) no se habló de “proscripción” sino de “silenciamiento”.

Yo creo que efectivamente este piso proscriptivo nació del intento de silenciar a los partidos chicos y, en particular, a la izquierda. La jugada no salió bien por diversas cuestiones: la primera la unidad de la izquierda, la segunda la bancarrota de la centroizquierda. La postura de RyR lleva a pensar que Pino Solanas no fue proscripto y Sartelli no piensa reclamar por su derecho a participar en el debate electoral.

Sartelli cree que definirnos como “izquierda” es demasiado amplio. Y al final de su artículo dice que Solanas y Binner son también de izquierda. Por ser un término amplio, ambiguo, hemos hecho una buena operación de redefinición: hay que volver a plantear que la izquierda son los partidos obreros, socialistas, los de las banderas rojas. Pero justamente por la situación mundial y nacional, apropiarse del término “izquierda” es una operación saludable. ¿Qué propondría, si no, Sartelli? ¿Qué nos llamemos Frente Revolucionario del Proletariado Industrial Socialista? Ah, entonces sí, ahí sacaríamos un 10% de votos.

Tenemos que apropiarnos del término “izquierda” y denunciar a los que se disfrazan como tales, porque son cómplices de la crisis capitalista, y que tienen políticas levemente diferentes al actual gobierno (y en algunos casos, como Binner, peores).

Pero las peores críticas las descarga Sartelli contra la asamblea de intelectuales del FIT. No voy a reproducir sus insultos, pero sólo voy a decir que esa asamblea, desde un principio, se desarrolló con el método del acuerdo consensual, por una cuestión elemental: los acuerdos políticos estaban dados por el Frente de Izquierda y la asamblea quería actuar como un “comité de base” de ese frente. Las iniciativas debían partir (como señaló Sartelli en otro texto anterior, cuando todavía no se había enojado) del sector independiente, porque, evidentemente, el FIT no le había “asignado” una tarea a ese sector. Por eso fuimos avanzando con pies de plomo. El consenso no obedecía a una “conspiración” de partidos sino que era una necesidad por el mismo ámbito en el que nos encontrábamos. Supongo yo que habría muchos militantes, pero también se notaba que había participantes “independientes” e incluso grupos que dijeron alguna que otra cosa discordante, para quien lo quiera entender.

La asamblea de intelectuales debía partir del acuerdo del FIT, porque para eso se había reunido, y avanzar consensuadamente (aunque a Sartelli sólo le gusten las votaciones) en actividades conjuntas. Si hubiera surgido alguna diferencia política o ideológica fuerte, no dudo de que se habría hablado y se habría… votado. Creo que prevaleció la idea, en la mayoría de los integrantes, de avanzar y plantear las cosas “por la positiva” (como dijo un miembro de RyR en la última asamblea).

Según la paranoia de Sartelli, “el argumento del consenso tenía por función que las propuestas de RyR nunca fueran votadas”. En realidad, solamente en una asamblea un miembro de RyR pidió votar algo completamente secundario: la realización de una publicación en papel, y se lo llamó a no reclamar una votación porque se le había dado una solución de consenso, que era empezar con un foro virtual de debate. No hubiera estado mal votar, creo que prevalecía la idea de que no era una diferencia de principios y que se podía allanar dando pasos en ese sentido. La idea de marchar hacia una publicación fue retomada, por lo menos, dos veces por compañeros que no eran de RyR, y no para criticarla. Eso no es “censurar” a nadie. Las demás ideas, no se propuso que fueran “desconsensuadas”, porque se entendió que eran algunas de las muchas que circulan en la asamblea y fuera de ella.

Lo que no hizo la asamblea de intelectuales fue convertirse en “comparsa electoral”. Somos un núcleo que empezó a dar sus primeros pasos. Yo aspiro a que se sostenga por mucho tiempo. De a poco, en la medida en que cada uno pueda y quiera, iremos avanzando en nuestra tarea específica, que es conectar nuestros saberes parciales con lo que le pueda servir a la causa del socialismo. Pero eso lleva tiempo, conocerse, tenerse confianza y saber con qué bueyes aramos. Si para RyR la asamblea consta solamente de algunos arribistas, otro poco de vendelibros y una mayoría de militantes atravesados por las coerciones del centralismo democrático, bien haría en armarse otra asamblea para ellos solos, porque éste no es el lugar que parece adecuado para la propaganda por el socialismo revolucionario de los últimos días. Yo no estoy proponiendo echar a nadie, pero después de lo que han dicho no se entiende bien qué les interesaría hacer en esta asamblea con semejante gente.

Las palabras de Sartelli, que he llamado más arriba “desaforadas”, evidencian que hay gente que se quedó en una vieja izquierda, gritona, insultante, paranoica, que cree que ser “revolucionario” significa hablar de cualquier cosa en cualquier lugar. Yo creo más en lo que se propuso hacer Marx, en una situación semejante a ésta: ser firme en el fondo, pero blando en la forma. Y trabajó codo a codo en una organización llena de arribistas, vendelibros, figurones y gente que ni siquiera bregaba por el socialismo. Y ganó.

La vieja izquierda está acostumbrada a ser infinitesimal y a gritar para compensar su falta de altura. Esa izquierda es principista, porque no puede acceder a instancias de decisión (y no estoy hablando de cargos en el Estado). Piensan que ser “revolucionario” es ser una especie de gladiador, siempre con la espada desenvainada para “desfacer entuertos”, pero hay dos cuestiones que este lenguaje descuida: uno, el tono beligerante es bueno descargarlo contra nuestro enemigo, el capitalismo, y no tanto contra nuestros amigos; dos, cada época y situación tiene su tono, y estamos hablando de campañas electorales. Estas propuestas que hago alguna vez fueron tildadas como “una moral de señoritas”, y me pareció bárbaro.

Es insensato pretender que un “revolucionario” habla siempre de la misma manera: el estilo recorta también un interlocutor, y los gestos del general, en la paz, se vuelven ridículos. Lo que en un momento parece un padecimiento necesario, al crecer puede transformarse en un defecto permanente. La izquierda, tarde o no, dio un paso adelante, y ahora tiene que, por ejemplo, decir algo en 24 segundos. ¿Qué hubiera hecho Sartelli en 24 segundos, fuera de la chicana del Chapulín Colorado? ¿Recitar con un acelerador el manifiesto comunista, o le alcanza para los cuatro primeros congresos de la IC?

Ya lo dijo Fabián, por RyR, en un mail que se dedicaba a criticar el consenso (pero sin embargo hablaba muy bien de los spots de campaña del FIT) y allí afirmaba que ser “revolucionarios” era confrontar ideas y hablar, como se dice popularmente, “sin pelos en la lengua”. Yo agregaría que hay que presentar las ideas en el momento y en el tono adecuados. De otra manera, no se es revolucionario, sino un confrontador profesional.

Sartelli, vos sabés muy bien que las “pocas ideas para muchos” tienen que tener necesariamente alguna ambigüedad. Al primero que se le ocurrió decir “gobierno obrero y campesino”, seguro le saltó un miembro de la vieja izquierda a reclamar por la vieja consigna “dictadura del proletariado”, cuando la primera era sólo la formulación popular de la segunda. Esa ambigüedad tiene anclajes para su significación fuera de esas pocas consignas: el programa votado por el FIT, las entrevistas en los medios, los periódicos y volantes, las explicaciones de los militantes en la calle cuando piquetean sus publicaciones, etcétera. ¿Alguien en la Argentina pensaba que los partidos del FIT eran otra cosa que lo que siempre fueron? No lo creo, se votó a tres partidos trotskistas. Lo que sí se vio (yo, por ejemplo, los apoyo por eso) es que maduraron una alianza que hace que las diferencias de opinión de todos (los votantes, los simpatizantes, los miembros de la asamblea) puedan ser contenidas, tamizadas, homogeneizadas, en el juego de las divergencias políticas originales de esos partidos. El frente disimula y, a la vez, potencia, las diferencias de sus integrantes, porque ni cada uno de ellos carga con la mochila de los otros dos, ni los independientes tenemos que rendir cuenta por todo lo que esos partidos hacen o harán. Y eso no significa que se deban evitar las discusiones o las diferencias: es la oportunidad de que esas diferencias no sean el eje, por primera vez en nuestra historia. Pero, claro, hay gente que fue mal enseñada y repite los viejos vicios: compañeros, cambiemos.

http://asambleadeintelectualesfit.wordpress.com/

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un boludo
Por vito - Thursday, Sep. 15, 2011 at 2:37 PM

Sartelli pontifica contra los partidos por no fusionarse, pero mantiene su grupito puro alejado de cualquiera de ellos. Por supuesto, no ve ninguna contradicción en ello. También piensa que tiene la formula mágica para alcanzar un 10%, que boludos el resto de los militantes de izquierda que no la ven.

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Excepticismo
Por De ultraizquierda - Thursday, Sep. 15, 2011 at 10:09 PM

Los troscos padecen de una enfermedad que es el excepticismo de izquierda.
Historicamente MANTIENEN LA MISMA CANTIDAD DE MILITANTES, en su mayoria estudiantes, aunque fisicamente NO SON LOS MISMOS, es decir se paran algunos e ingresan otros, pero en general son mas o menos la misma cantidad.
El proletariado LOS REPUDIA.
Cuando logran dirigir algo, se tranforman en sindicaleros economicistas, porque saben que las masas no estan para lo que sueñan en sus charlas internas.
Proletarizan estudiantes, pero les cuesta ganar obreros.

Esto es asi , LO GRAVE ES QUE NO LO DISCUTEN.

Ganaron la interna de Kraft, y hoy hay paz social en la empresa, mejor que si hubiera ganado Daer.

Dirigieron la lucha del casino, y su resultado fueron DESPEDIDOS POR TODOS LADOS.
Hoy en el casino no hay ni cuerpo de delegados.

O sea la masa sabe que con ellos RETROCEDE.
Y en cambio con los K. algo consigue.

El 10% a que aspira este autor, es posible, pero no cambia nada, el pc y en su momento Zamora, andan siempre cerca del 10%, se juntan los estudiantes de izquierda, los tenderos del once, los boticarios del interior, LOS PROFESORES UNIVERSITARIOS, y algo de desocupados que influyen, y ese 10% es posible.
Pero no cambia nada.
En 40 años, no sacaron un cuadro mejor que Altamira es un simbolo de que no pudieron construir en el movimiento obrero.
Tienen que discutir el PERONISMO, y respetar mas a los primeros troscos o sea LIBORIO JUSTO, ABELARDO RAMOS, SILVIO FRONDIZI ETC. que se preocuparon por entender el peronismo.
No quieren entender esto, bueno SIGAN PARTICIPANDO.

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la enfermedad de la izquierda nac&pop
Por agarrate Catalina - Thursday, Sep. 15, 2011 at 11:30 PM

se llama nohayotracosaqueelperonismo.

ante el fracaso de alternativas que se proclaman revolucionarias-proletarias, la izquierda nac&pop (o lo que se le parezca), no recurre a la crítica revolucionaria de dichas alternativas, recurren a una crítica reformista. la cual es recontra fácil de hacer, porque se apoya en la ideología dominante.

para tener una posición de autoridad desde donde hacer la crítica se agarran de lo más parecido a un reformismo pragmático que hay en argentina, que es el peronismo.

la clase obrera consiguio liberarse con el peronismo? no, pero el peronismo, a diferencia de la izquierda, "funciona" y tiene más número. con eso es suficiente.

como los nac&pop no pueden demostrar la fortaleza de su "estrategia" (seguidismo de lo que en el momento se reivindique peronista) se contentan con pegarle a blancos fáciles como el troskismo: que tienen pocos obreros y son todos estudiantes, que son el 1% en las elecciones, que los dirigentes son siempre los mismos.

como si los argumentos para criticar al troskismo automáticamente fueran válidos para sustentar los puntos de vista de la izquierda nac&pop.

los nac&pop harían mejor en sincerarse y decir que no comparten los mismos objetivos que la izquierda socialista, en vez de hablar como si compartieran los mismos objetivos pero no la estrategia o los métodos o el análisis del peronismo.

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Con critica caracteristica a interna kraft todo claro
Por Que inutiles los chinos - Friday, Sep. 16, 2011 at 11:34 AM

los "chinos vienen marchando"...despues de romper su astencionismo de dos decadas (despues de votar a Menem) ahora acaban de tener otra politica genial apoyando al mismo tiempo al bochorno de pino Solanas y a Binner.
Se suben al tren del descerrebrado de Sartelli (o a cualquier otro) porque estan al pedo ya que siempre su infulencia tiende a cero.

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ALTAMIRA Y SARASELLI
Por Blanco encalada 3003-POR PANAMERICANA - Saturday, Sep. 17, 2011 at 11:17 AM

ALTAMIRA Y SARASELLI...
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LLAMADO AL ELECTORALISMO VEBORRAGICO
DEJEN SU PELEA DE VEDETTONGAS
Y APOYEN LA LUCHA DE LOS OBREROS DE FATE
CONTRA LA BUROCRACIA, LA PATRONAL Y EL GOBIERNO DE CRISTINA!

ahi les deje la direccion y una foto ilustrativa
para que no se pierdan.....un GPS



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pregunta para el po
Por Desde adentro - Saturday, Sep. 17, 2011 at 12:17 PM

Cuando uno discute la linea estrategica del po, te corren con que los nacionales y populares no quieren el socialismo, y que Peron no libero a los trabajadores.

Esta es una verdad de perogrullo, pero eluden el debate siguiente.....CON QUE OBREROS SE VA A CONSTRUIR EL SOCIALISMO EN ARGENTINA.

El programa del PO no tiene nada que ver con la realidad politica de los obreros argentinos que son Peronistas y REPUDIAN AL COMUNISMO.

La epoca cambio, no es mas la epoca del imperialismo y de la revolucion proletaria.

Sigue habiendo imperialismo, pero no es epoca de revoluciones socialistas.
AUTISTAS, siguen militando, se le funden unos, vienen otros, PERO NO LOGRAN CONSTITUIRSE EN UNA CORRIENTE DEL PROLETARIADO.

Se trata de seguir militando, pero donde la militancia transforme algo la realidad, y es en los movimientos nacionales y populares.

EL RESTO ES SUBJETIVISMO VOLUNTARISTA.

Esto para el PO, que es la fuerza mas seria de toda la izquierda, el PTS, directamente no vale la pena plantearlo, porque no discuten NADA.
Para ellos esta todo bien.
El dueño de RAZON Y REVOLUCION, tiene su quiosco armado, y solo le interesa mantenerlo, se fue del PO. armo un grupo que tiene catedras, saca libros y tiene una revista.
Dentro del Po, no podia seguir, es lo mas parecido a Arico, que se fue del Partido Comunista y creo una revista Pasado y Presente.
Luego termino con Alfonsin, y Eduardo seguro que terminara con alguna variante social democrata, con los K. no, porque heredo del PO, su odio al peronismo

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