versión para imprimir - envía este articulo por e-mail |
Avances en el enjuiciamiento al poder económico
Por Fuente: Red Eco - publica ((ICba)) -
Sunday, Oct. 30, 2011 at 3:12 PM
Avances
en el enjuiciamiento al poder económico
Viernes, 28 de Octubre de 2011
Pese
a la demora de casi un año en proveer el escrito inicial, el titular
del Juzgado Federal Penal Nro. 5, Norberto Oyarbide dispuso finalmente
reconocer como “crímenes de lesa humanidad”, y por ende de carácter
imprescriptible, los crímenes perpetrados en el marco del operativo
represivo “Serpiente Roja del Paraná” del 20 de marzo de 1975 que fuera
ordenado y monitoreado de ejecutivos y personal jerárquico de la
empresa Acindar.
(Olivier
Reboursin para Red Eco) Argentina - La denuncia, iniciada por la Liga
Argentina por los Derechos del Hombre y víctimas directas del
operativo, alcanza al entonces presidente del directorio de la
siderúrgica y posterior ministro de Economía de la dictadura José
Alfredo Martínez de Hoz, la ex presidenta María Estela Martínez de
Perón, y la totalidad del directorio de Acindar a la fecha de
realización del operativo.
La acción que involucró a fuerzas represivas militares y policiales de
la Prefectura Naval, integrantes de la Secretaría de Inteligencia del
Estado (SIDE), de la Gendarmería, personal del Ministerio de Bienestar
Social y parapoliciales de la temible Triple A significó con la
invasión producida por éstas a la ciudad santafecina de Villa
Constitución, más de veinte muertos y desaparecidos; y también la
instalación del primer centro clandestino de detención y torturas del
país, que precisamente funcionara en el albergue para trabajadores
solteros de la empresa.
En aquel día de marzo de 1975, más de cien personas fueron ilegalmente
arrancadas de sus hogares o lugares de trabajo por personal de las
fuerzas armadas y de seguridad para luego ser trasladadas a
dependencias policiales y carcelarias en cumplimiento de las directivas
empresarias lanzadas para frenar los crecientes grados de unidad y
conciencia clasista de los trabajadores de la región.
El operativo no fue otra cosa que un antecedente ideológico, discursivo
y metodológico del accionar criminal desde el Estado que se
consolidaría tras el golpe del 24 de marzo de 1976.
En su resolución, además de dejar en claro que “los hechos que se
investigan…se enmarcan dentro de la participación o tolerancia del
poder político gobernante y que ellos fueron considerados de Lesa
Humanidad”, Oyarbide otorga en la causa caratulada “Martínez de Hoz,
José Alfredo y otros s/ Allanamiento Ilegal” el carácter de parte
querellante a la Liga Argentina por los Derechos del Hombre,
especificando que se trata de un organismo que “entre sus objetivos y
tras una labor reconocida se encuentra realizando actividades
relacionadas con la defensa y dignidad de la persona humana, así como
la asistencia a las víctimas de violaciones de derechos humanos
fundamentales”.
En dicho marco, esta semana prestaron declaración testimonial ante los
funcionarios del Juzgado Federal dos de los denunciantes que, junto con
la Liga, promovieron la acción penal contra Martínez de Hoz y Acindar
por su participación en la dirección y promoción del terrorismo de
Estado antes y durante la última dictadura: Alberto Piccinini y Juan
Actis, históricos dirigentes de la UOM de Villa Constitución y la Lista
Marrón que en noviembre de 1974 derrotara con enorme apoyo obrero y
popular a la burocracia encarnada en Lorenzo Miguel y sus acólitos.
Además de los mencionados, aportó en diciembre pasado su testimonio y
firma para la iniciación del proceso, quien en tiempos del operativo
represivo fuera Secretario General de la Unión Ferroviaria de Villa
Constitución, Carlos Sosa. Recientemente electo como responsable de la
CTA local, Sosa falleció el pasado mes de julio sin poder acceder a
este avance en su sueño de ver enjuiciados a los responsables
ideológicos y materiales de su secuestro acaecido el 20 de marzo de
1975. Su testimonio, sin embargo, resultará invaluable para acreditar
la responsabilidad del empresariado en la represión ilegal de los años
70.
En su declaración, Piccinini ratificó el contenido completo de la
denuncia al señalar: “Fue una represión donde hubo compañeros muertos,
perseguidos, mataron veintipico de compañeros. Yo entiendo que esto no
era un mundo civilizado; nosotros peleábamos por nuestros trabajos,
nuestro salario y queríamos un mundo civilizado…la represión no fue
solamente dirigida a los dirigentes sindicales sino a todos los
trabajadores. Esto se hizo con el apoyo de la Policía Federal y las
autoridades de Acindar”.
Piccinini repasó, además, su posterior periplo por las cárceles de la
dictadura repletas de presos políticos una vez “blanqueado” y puesto a
disposición del PEN en un cautiverio que duró –al igual que el sufrido
por su compañero de la UOM-Villa Constitución, Actis- más de cuatro
años siendo luego sometido a un régimen de “libertad vigilada”. En ese
sentido, contó que durante la dictadura, estando él privado de
libertad, los represores secuestraron a su compañera Nadia Doria,
también trabajadora de Acindar, quien al día de hoy permanece
desaparecida.
La decisión de Oyarbide, aunque tardía, expresa el resultado de una
incansable lucha popular en lo político y en lo técnico –que
muestra importantes avances desde la decisión histórica de anular las
leyes de impunidad en 2003- para que sean incorporados a los juicios
por el terrorismo de Estado no solo quienes aplicaron materialmente el
plan sistemático genocida, sino también quienes desde el poder
económico, mediático y cultural gestaron y desarrollaron la instalación
del discurso “anticomunista” y “antisubversivo” para beneficiarse
principalmente en términos económicos de la dictadura.
Como bien señala la denuncia instaurada por la Liga y los dirigentes
sindicales víctimas directas del operativo represivo “Serpiente Roja
del Paraná”, esta acción criminal represiva fue esencial a los fines y
objetivos de la empresa Acindar que prestó todo tipo de servicios a la
realización del mismo, efectuado con el objetivo de “disciplinar” y
aterrorizar tanto a los trabajadores de la empresa como a la población
del lugar, para llevar a cabo sus planes tendientes a maximizar las
ganancias empresarias. Similares acciones guiaron a través de
directivos y personal jerárquico las grandes empresas locales y
trasnacionales durante los años de la dictadura.
Los procesos judiciales y juicios orales en marcha significan entonces
la reapertura y profundización de un debate que ya está instalado en la
sociedad. Se muestran como un espacio para disputar conceptos, usos de
la historia, valores en juego que permiten no solo “sentar en el
banquillo” a los responsables del genocidio que instauraron el régimen
del terror en el marco de la “Doctrina de Seguridad Nacional”, sino
también discutir los grados y formas de reparación necesarias para
revertir los efectos de un genocidio impuesto para reproducir el
capital e instaurar un modelo neoliberal que afectaría de los modos más
diversos y violentos a las grandes mayorías no solo en el país sino en
todo el continente.
Este “nuevo campo de batalla” abre la posibilidad de avanzar sobre el
poder económico, descartando la vieja idea de que empresarios y
representantes del gran capital fueron “cómplices civiles” de la
dictadura cuando en rigor de verdad fueron su espacio propiciador e
impulsor; y recuperar junto con la condena de todos los responsables
materiales e ideológicos las