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Palabras para Agustín. In memoriam, 17 años de su muerte
Por Nelly Márquez - Friday, Feb. 10, 2012 at 11:03 PM

Te asistió la razón hasta el final. Fuiste consecuente. Hiciste lo que tu conciencia dictó y fue lo correcto. Sabías, porque lo sabías, el riesgo que corrían haciendo dupla con el candidato de la esperanza Amado Avendaño Figueroa. Les faltó malicia. Lo traicionaron y te moriste. Se murieron.

Agustín Rubio Montoya (Mexicali, B.C., 1950-Chiapas, 1994) Líder campesino de izquierda. Dirigente local y nacional de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC) y fundador del Partido de la Revolución Democrática (PRD) de México. Cae, junto a Ernesto Fonseca y Rigoberto Mauricio, en el atentado carretero en contra de la comitiva electoral del candidato opositor de izquierda a la gubernatura del Estado de Chiapas, Amado Avendaño Figueroa, el 25 de julio de 1994. Los asesinatos siguen impunes.

¿Cuál será el parámetro para ubicar el tiempo? ¿Un reloj ticteando los segundos, las horas, los días, semanas, años, siglos, soles y las lunas o soledades? ¿O simplemente un corazón?
¿Crees que me he olvidado de ti? ¿Crees que porque ya no he llorado y gritado y mentado madres en el desierto me olvidé de ti? Tú lo sabías, en este país no hay justicia.

Todo es tan distante y lejano y sin embargo, tan aquí y ahora. Aquella tarde que nos conocimos en la UNAM. Nuestra separación. El rencuentro. Nuestra lucha. Nuestro amor fue muy breve. Mucho más que el luto que te guardo sin vestir de negro. Y aquí estoy, en el camino que me enseñaste. Y aprendí tanto de ti. Ahora lo sé. Al correr del tiempo tan eterno de tu ausencia y de lo que ahora voy pepenando en el camino, digo que está bien así. Te asistió la razón hasta el final. Fuiste consecuente. Hiciste lo que tu conciencia dictó y fue lo correcto. Sabías, porque lo sabías, el riesgo que corrían haciendo dupla con el candidato de la esperanza Amado Avendaño Figueroa. Les faltó malicia. Lo traicionaron y te moriste.

Se murieron. Malhaya no hubiera sido así pero así fue. Y te digo que prefiero la soledad, la viudez por un hombre que luchó por la vida y por la paz, a haber sido la mujer de un cobarde cualquiera, de esos que se traicionan a sí mismos, y a los otros, y roban, y matan, pequeños enanos liliputienses. Como vuestros asesinos, Amado, Agustín, Ernesto, Rigoberto. Todo está bien. Vivo en soledad. Pero no estoy sola y soy feliz. No la más del mundo como cuando tú vivías, pero soy feliz. Tengo mucho para serlo. No hay un solo día que no piense en ti. Ya te lo he dicho, que eres uno de los más grandes y maravillosos recuerdos que nutren amorosamente mi vida, y eres a la vez una cicatriz que a veces sangra. Y rabiosamente duele.

Nunca dejaré de agradecerte todo el bien que nos hiciste, por todo lo que me enseñaste. Todo está bien, Agustino. Hay paz y armonía en mi corazón y he asumido como una consigna –y yo espero- la palabra valiente y verdadera del Subcomandante Insurgente Marcos, Jefe Militar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, de la postdata de su comunicado publicado en La Jornada el 27 de junio de 2003: “No sé ustedes, pero nosotros no olvidamos. La justicia sigue pendiente”. También ya te lo dije. Y así es, Agustino Rubio, la justicia sigue pendiente.

Y con la verdad que siempre te hablo, este será, posiblemente el último escrito que en un largo tiempo, sobre ti o para ti escribo. Otros amores ocupan mis pensamientos y mis sueños y mis haceres. Somos abuelos. Y mis alas tronchadas sanaron y ¡puedo volar! Recuerda, soy feliz. Soy tu viuda. Que no se te olvide.

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. México, a 25 de julio/2011.

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