Así lo afirmó Vicente Romero, periodista español que durante la última
dictadura dirigió el periódico Pueblo y se entrevistó con varios represores,
entre ellos el jefe de la Bonaerense. También declararon los hermanos Aleksoski
y ex detenidos de la Brigada de Investigaciones, el Destacamento de Arana y la
Comisaría Quinta.
Por Secretaría de Prensa y Difusión - APDH La Plata
(8FEBRERO2012) - El Tribunal que preside el juez
Carlos Rosanzki “no hizo lugar” a los pedidos de nulidad del testimonio ni a la
detención del testigo Omar Raúl Piacentino, ex agente de la Comisaría Quinta a
cargo de las guardias nocturnas, quien el pasado lunes había contradicho sus
declaraciones con las fectuadas en el marco del Juicio por la Verdad. Entre
otras cosas, había dicho que las personas que llegaban a la dependencia no eran
traídas encapuchadas, luego que sí; y que no recordaba haber visto mujeres
embarazadas ni personas muertas en las celdas, aunque después afirmó lo
contrario.
Los hermanos Aleksoski, Lázaro y Zivana, fueron los
primeros en prestar declaración en la segunda jornada de audiencias del 2012. Ambos
relataron el episodio del secuestro del otro de los hermanos, José David, un
estudiante del cuarto año de la carrera de Arquitectura desaparecido el 22 de
octubre de 1976 mientras hacía el Servicio Militar Obligatorio en el Regimiento
de Granaderos.
“Su novia fue la que nos avisó que él (José David) no
estaba en el Regimiento desde hacía una semana”, confesó Lázaro, quien además
contó que cuando se dirigió allí en busca de su hermano le dijeron que “había
desertado”. La supuesta fuga se había producido mientras el joven realizaba una
diligencia por orden de sus superiores; sin embargo, uno de sus compañeros de
cautiverio, de apellido Campos, le contó a la familia que la detención había
estado a cargo del Ejército, fuerza que lo interceptó mientras buscaba una
batería, arguyendo ser parte del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). “El
primero que salía, llamaba a las familias”, aseguró el testigo. Y su compañero
Campos así lo hizo.
Lázaro se presentó varias veces en el Regimiento para
reclamar por el paradero de su hermano. La mayoría de las veces fue atendido
por el Jefe de Granaderos Rodolfo Wehner, quien le contó que la de José David
no era la única desaparición, pues faltaban otros dos conscriptos de apellidos
Araujo y Campos, éste último liberado en febrero de 1977, y convertido de
inmediato en lazo entre los Aleksoski.
En uno de los encuentros que el testigo mantuvo con
Campos se enteró de que su hermano estaba detenido en la Comisaría Quinta de La
Plata, desde donde luego fue trasladado hacia Destacamento de Arana, según pudo
saber por otras declaraciones.
Por último, Lázaro aclaró que siempre había querido
hablar con José Ignacio Saravia Day (superior a Wehner en el Regimiento de
Granaderos a Caballo), quien nunca lo atendió. En este sentido, pidió al
Tribunal que lo hiciera responsable por ser el “entregador” de su hermano a
manos de la Policía de la provincia de Buenos Aires. Hasta el día de hoy, José
David Aleksoski continúa desaparecido.
Zivana Aleksoski, por su parte, reforzó el relato de
su hermano y profundizó acerca de la responsabilidad de monseñor Emilio
Grasselli, en aquel entonces sacerdote de la parroquia Stella Maris, quien tenía
datos de desaparecidos. “Graselli me dijo que José David se había ido al cielo,
que él no pudo hacer nada y que al cuerpo no se lo pidiéramos porque iba a tener
problemas con los militares”, sostuvo la testigo. Y agregó: “al Padre se le
abría la sotana y se le veía el arma que portaba”.
Compañeros…
Diego Luis Gallardo también estudiaba Arquitectura en
la Universidad Nacional de La Plata durante la época de la dictadura, pero no
militaba en ninguna organización política. El 30 de noviembre de 1976, el
terrorismo de Estado se hizo presente en su domicilio de la calle 14 entre 49 y
50 a través de una patota de doce hombres encapuchados que tiraron abajo la puerta
de entrada en busca de su hermana Marcela, su prima y su madre Ana María Bergéz,
quien había participado en la lista azul y blanca de un gremio hacía poco
tiempo.
El operativo consistió en interrogatorios acerca de
la supuesta militancia del testigo, a quien los represores acusaban de “zurdo”,
y del sitio de la casa donde la familia escondía dinero. Luego de robar algunos
objetos de valor, el grupo de tareas se llevó a Diego Luis y a su madre a lo
que después supieron que era la Brigada de Investigaciones de La Plata.
“Una vez allí (BILP), me interrogaron sobre política
y de ahí me llevaron a la celda donde estuve cuarenta y dos días, celda que
compartí con Ricardo Pellegrini, un compañero de la lista azul y blanca de la
que había participado mamá”, dijo. Y también recordó a Domingo Alconada, quien
en cautiverio había suplicado a sus compañeros que se comunicaran con su
familia, y actualmente está desaparecido.
Otro de los nombres citados fue el de Félix
Villarreal, con quien el testigo jugaba al rugby. “Estaba muy torturado, venía
de Arana y de la Comisaría Quinta; cuando lo reconocí por la voz nos
abrazamos”, señaló.
En la Brigada había guardias que a Gallardo le
permitieron bañarse dos o tres veces a lo largo del mes que permaneció en
cautiverio, hasta el 12 de enero de 1977, día en que fue liberado. “Había mucho
ruido metálico, me acuerdo, y dentro de todo recibí un trato amable”, confesó.
Y añadió: “me llevaron a encontrarme con mi madre, con los ojos vendados; nos
tocamos y nos hablamos al oído, y luego a ella la pasaron a otra celda, que
compartió con dos chicas embarazadas”.
La liberación estuvo compartida con Ricardo
Pellegrini, junto a quien fue abandonado cerca de la cancha de Estudiantes.
“Uno de los guardias nos dio cinco pesos para que tomáramos un micro”, contó.
Finalmente, Gallardo reconoció que “en 55” había voces de mando y que su madre
compartió cautiverio con Nora La Spina y Liliana Ros de Rossetti y sus mellizos,
actualmente desaparecidos.
Félix Villarreal, por su parte, relató cómo ocurrió
su secuestro en la esquina de 1 y 41 y su traslado a los jardines de
Ingeniería, “por no llevar documentos consigo”. En aquel entonces, el testigo
cursaba el último año de la secundaria en el Colegio Nacional.
“Primero fui vendado y tirado en un Torino. Luego me
llevaron a la Brigada (de Investigaciones de La Plata), donde estuve un día y
fui torturado hasta querer escaparme”, puntualizó Villarreal. “Después vino
Arana, donde conocí a De Franscesco y compartí cautiverio por cuatro o cinco
días; luego nos llevaron junto a Diego Gallardo a la Comisaría Quinta, allí nos
aplicaron picana eléctrica y submarino”.
A Villarreal, la liberación le llegó el 9 de
diciembre de 1976 en la calle 57 entre 3 y 4, frente al ACA, en pleno centro
platense.
La versión de un periodista
Pueblo era
el nombre del periódico que dirigía el periodista español Vicente Romero en
plena dictadura. A través de aquellas páginas se había dedicado a retratar los
días previos, las horas previas, al Golpe del 24 de marzo de 1976.
-No sea pelotudo, tiene 24 horas para irse del país- le dijeron.
Escribir la crónica de una dictadura anunciada le iba
a costar caro. Sin embargo, negoció quedarse una semana más en la Argentina,
aunque sin trazar ni una sola línea sobre los hechos.
Romero también fue llevado a Chile, en el marco del
tercer aniversario del terrorismo de Estado aplicado por Pinochet, donde le
hicieron un simulacro de fusilamiento, para luego devolverlo a la Argentina y
continuar persiguiéndolo.
Pero estar bajo la amenaza genocida no le impedía
continuar escribiendo sobre los secuestros de niños y el aparato “eficaz” de
propaganda de la Junta Militar, “equiparable a la Alemania Nazi”. Tampoco se
mostraba incapaz de sentarse frente al General Ramón Camps y hacerle una
entrevista, en el marco de la presentación de su libro sobre el caso Timmerman.
“Durante aquel reportaje, Camps jugó con una pistola que decía habérsela
arrebatado a un guerrillero”, narró.
En relación al caso Clara Anahí, el testigo aseguró
que “Camps tenía interés en hablar sobre el tema sin que hubiera ninguna
pregunta mía, insistía en que la niña había muerto en aquel enfrentamiento”. “En
ese caso, habría que demostrar que la niña ha muerto, no que aun vive”,
sintetizó.
Asimismo, Romero aludió al informe que el jefe de la
Policía de la provincia de Buenos Aires elaboró acerca de la represión, al que consiguió
tener en sus manos durante la entrevista, aunque sin la posibilidad de tomar
nota. “Allí se explicaban las metodologías utilizadas, clasificaciones por
muertes, por sexo, cuyo destinatario era el Vaticano, su Santidad”, afirmó. Y añadió
que en aquel documento el represor “se atribuía 5 mil víctimas, de las que él
era responsable”.
Otro de los personajes de la dictadura al que tuvo
acceso Romero fue el Contraalmirante Mayorga, quien lo invitó a tomar un café. “Recuerdo
que me dijo que el error habían sido los desaparecidos, porque no se los había
fusilado en el estadio de River Plate”, aseguró. También entrevistó a Massera y
a Cozzani, quien decía que todos sabían perfectamente lo que estaba pasando y admitía
que había participado de algunas detenciones.
Finalmente, el testigo nombró a un informe que realizó
una comisión de la Cruz Roja Internacional que visitó algunos Centros
Clandestinos de Detención. “Debe haber una copia en Ginebra y otra en España,
pues la delegación que lo hizo era española”, aseguró.
El caso López Martín
Ricardo Salvador López Martín tuvo que esperar varias
horas para hablar ante los jueces. Su relato trató sobre el secuestro de su
hermana, una docente de Geografía que fue detenida la madrugada del 25 de
septiembre de 1976 en el domicilio en el que vivía junto al testigo y a sus
padres. “Se presentaron como el Ejército, entraron a la casa y me sacaron en
calzoncillos hacia fuera, luego me ingresaron de nuevo y me tirararon al suelo,
preguntando por una tal Angélica”. Pero su hermana se llamaba Ángela.
-Bueno, entonces buscamos a ésa- le dijeron.
Según el testimonio, el padre estaba contra la pared,
aunque logró ver a través de un espejo que su hermana salía de la habitación y
que era vendada y maniatada. El grupo de tareas se robó algunas pertenencias
del domicilio y finalmente se llevó detenida a la muchacha.
La única respuesta al Hábeas Corpus que la familia
presentó fue recibida recién en 1978. Estaba firmada por el Ministerio del
Interior, institución que señalaba que “no había documentación que acreditara
que mi hermana estuviera detenida en algún lugar”. El motivo de la respuesta
radicaba en que el rey de España había arribado al país para solicitar el
paradero de una larga lista de nombres de desaparecidos españoles que tenían la
ciudadanía.
A través de otros relatos, la familia López Martín
pudo saber que Ángela compartió cautiverio con Nora Úngaro, Walter Docters y Gustavo
Calotti.
Tras una larga jornada después de la feria judicial,
la audiencia se reanuda el próximo lunes a las 12 en la sede de la ex Amia.