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Mi lado mujer
Por (reenvio) Frei Betto - Friday, Mar. 09, 2012 at 5:26 AM

Managua / Mi lado mujer se incomoda por recibir mensajes sólo un día al año (el 8 de marzo), mientras que mi lado varón se llena con 364 días. Talvez sea necesaria esta efemérides, dolor reciente de una antigua cicatriz. Porque se vive en una sociedad machista: matrimonio, el cuidado del hogar; patrimonio, el dominio sobre los bienes.

El marido posee el carro, la casa y la mujer, que incluso, en algunos países, incorpora el apellido de familia de él. Él exige que se limpie la casa todo el día. Manda el carro al garaje al menor desperfecto. A la mujer, ser multifacético, le cabe el deber de cuidar de la casa, de los hijos, de las compras y del buenhumor del marido, que no siempre se acuerda de cuidar de ella.

Mi lado mujer nunca vio al marido gritarle al carro, amenazarlo o agredirlo. Mientras tanto ella no siempre es tratada con tanto respeto. En la Iglesia Católica los varones tienen acceso a los siete sacramentos. Hasta pueden ser ordenados sacerdotes y más adelante obtener dispensa del ministerio y contraer matrimonio.

Las mujeres, consideradas por la teología vaticana un ser naturalmente inferior, sólo tiene acceso a seis sacramentos. No pueden recibir la ordenación sacerdotal, aunque hayan merecido de Jesús el útero que lo engendró; el seguimiento de Juana, de Susana y de la madre de los hijos de Zebedeo; la defensa de la mujer adúltera; el perdón de la samaritana; la amistad de Magdalena, primera testiga de su resurrección.

Mi lado mujer tiene pavor de la violencia doméstica; del padre que asedia a la hija, y enviándola a la perdición de la prostitución; del patrono que exige préstamos sexuales de su funcionaria; del marido que levanta la mano para profanar al ser que dio a luz a sus hijos.

Delante del televisor o de un fajo de revistas mi lado mujer se estremece: ¡Calla la boca, Magda! Ella es burra, la imbécil que mueve las caderas en el fondo del escenario, se mete en la bañera de Gugu, se expone en la casa del brother, se asocia a la publicidad de cervezas y carros, como un aderezo más de consumo.

Mi lado mujer trata de resistir ante el implacable juego de la deconstrucción de lo femenino: tortura del cuerpo en academias de gimnasia, anorexia para mantenerse esbelta, vergüenza de las gorduras, de las arrugas y de la vejez, entrega al bisturí para que amolde la carne al gusto de la clientela de la carnicería virtual, el silicón para resaltar protuberancias. Y mantener la boca cerrada, hasta que haya en el mercado un chip transmisor automático de cultura e inteligencia que se pueda ensartar en el cerebro. Y engullir antidepresivos para tratar de encubrir el agujero en el espíritu, vacío de sentido, ideales y utopía.

Mi lado mujer se esfuerza por librarse del modelo emancipatorio que adopta, como paradigma, mi lado varón. Será que ella intenta no querer ser como él. Sirena en mares nunca antes navegados, rumbo al continente femenino, donde las relaciones de género serán de alteridad, porque lo diferente no se hará divergente. Lo que es sólo alcanzará plenitud en interacción como su contrario. Como sucede en todo verdadero amor.

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