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Meditación Holodinámica 2013
Por (reenvio) Miguel Grinberg - Saturday, Jul. 13, 2013 at 8:26 PM

Respiramos mal: insuficientemente. No utilizamos la totalidad de nuestro sistema pulmonar, mayormente restringido a la franja torácica, con desmedro del segmento abdominal y del sector clavicular. El tipo de vida urbana que ha ido imponiéndose a lo largo de los últimos dos siglos, ha impuesto rutinas y prácticas inductoras de una retracción constante de la función respiratoria y, en consecuencia, una reducción del potencial humano natural. Y finalmente, pérdida de salud por acumulación de toxinas.

Asimismo, masivamente, se padecen sin cesar hostilidades sonoras simultáneas (chirridos, sirenas, trepidaciones, bocinas, etc.) que imponen a los pobladores urbanos un estado permanente de crispación y contracción malsana.

La meditación holodinámica consiste en la amalgama de dos recursos psicofísicos aplicados a la activación respiratoria, al despliegue del potencial natural de nuestra mente y a la restauración de dones fundamentales (entre ellos, la intuición). Por un lado, practicamos una amplia gama de disciplinas introspectivas de base tibetana. Por el otro, recibimos “masajes” (por vía auditiva) de nuestra sensibilidad en base a composiciones musicales especiales y efectos sonoros grabados con tal finalidad.

Un místico de la antigüedad, el poeta persa Jalaludín Rumi (1207-1273), situó un principio básico de este modo: “El mundo fenoménico está fundado sobre lo imaginario, y tú a eso le llamas el mundo de la realidad, sólo porque es visible y tangible. En cambio, calificas de imaginarias las realidades espirituales a las cuales el mundo de aquí está subordinado. Pero, es justo lo contrario. Este mundo, tu mundo, es irreal e imaginario, y el de las realidades espirituales es lo único real y lo que reduce a nada todos tus mundos.”

Si bien existen muchas disciplinas meditativas de fuentes diversas, en su mayoría de origen asiático, la mera adopción ritual de alguna de esas prácticas no asegura una espiritualización de nuestra vida cotidiana. El mero acto de meditar según la manera oriental no nos convierte en tibetanos, chinos, japoneses o hindúes. Las transformaciones profundas no tienen mucho que ver con ejercicios devocionales o rituales tradicionales emanados de culturas remotas. La holodinamia (dinamización integral) basa su accionar en principios milenarios que el budismo tibetano asume de manera laica o religiosa según las prioridades vivenciales de quien se inicia en sus prácticas.

Más allá de las características históricas, se trata de una filosofía que posee como elementos primordiales una bondad amorosa universal, el culto de la no violencia y un hondo impulso de paz e indulgencia. Que escasean en la cultura consumista occidental, de ahí su apelativo entre la juventud inquieta de Europa y las Américas. En gran parte porque estimula a los seres conscientes a que se basen en sólidos principios éticos y a que durante su existencia terrenal se apliquen a la búsqueda de la verdad y del significado de la vida. Las enseñanzas budistas contienen una profunda comprensión de la mente humana, y por ello proponen múltiples disciplinas meditativas.

La práctica holodinámica de la meditación propone al practicante el descubrimiento en sí mismo de sus zonas de conflicto, la comprensión de la naturaleza de su ser y el desarrollo al máximo del potencial de su mente. El objetivo predominante es que la vida se colme de significados y de realizaciones, no apenas para el bienestar personal sino para el beneficio de todo el mundo.

El maestro tibetano Chogyam Trungpa (1939-1987) explicaba que para el meditador no existe creencia alguna en algo inferior o superior, ni la idea de niveles existenciales diferentes, o de hallarse en un plano subdesarrollado. Uno no se siente inferior, ni está tratando de alcanzar algo superior. Tampoco trata de retirarse del mundo: simplemente todo consiste en tratar de ver o discernir lo que aparece en nuestro aquí y ahora.

Resulta importante tener en cuenta que la meditación no es una técnica. Es algo a lo cual nos predisponemos para que suceda. No es como hacer gimnasia para engrosar la masa muscular o estudiar computación para dominar códigos cibernéticos. Se trata de un proceso, de una trayectoria, donde la actitud del ser está basada en una postura espiritual, y no física. Habitualmente, la gente hace grandes esfuerzos para lograr cosas. El meditador no hace esfuerzo alguno y la holodinámica lo ayuda a respirar de modo consciente, integral. El maestro Sogyal Rimpoché imaginó a la meditación como un pedazo de manteca derritiéndose bajo el sol: en tibetano “meditación” significa “acostumbrarse”. ¿Acostumbrarse a qué? A nuestra naturaleza auténtica, a nuestra naturaleza búdica.

Se presta plena atención a la entrada y salida de aire de nuestros pulmones, expandiendo flexiblemente su capacidad funcional, lo cual incrementa la absorción de oxígeno (fundamental para el acto vital, la acción glandular, la longevidad y la inmunidad) y la espiración de gases nocivos como el anhídrido carbónico. Asimismo, se inspira la energía vital universal que los hindúes llaman “prana”, los chinos “chi” y los japoneses “ki”.

El practicante no se concentra en tratar de comunicarse y de volverse uno con un Ser superior, y el concepto del ahora juega un papel muy importante. La meditación no tiene como meta el logro de algún estado supremo, no es practicada para ajustarse a una teoría o ideal, carece de objeto específico o de ambiciones: sólo está atenta al momento presente. Cada inhalación y espiración está separada de la anterior y de la siguiente. La pausa es central. No nos concentramos “hacia adentro”, sino que poco a poco vamos expandiéndonos hacia fuera, más y más. Y cuanto mayor sea la expansión, más se posibilita la instancia de una “existencia sin centro”. O sea: libre e ilimitada.

Ese posible “estado despierto de la mente” (mindfulness) no es una idea: es una latitud de la percepción. Desde ese punto, aprendemos algo que nadie puede trasmitirnos o impartirnos. Nuestra existencia plantea incógnitas en seis terrenos dispersos: ser, estar, saber, hacer, tener y convivir. Su confluencia es posible mediante el logro de una “estado de sintonía confluyente” a partir de una dinámica grupal donde los participantes son estimulados por gamas de sonidos naturales y artificiales especialmente grabados, imágenes armónicas, y ondas luminosas de color. Ello activa núcleos imaginativos adormecidos y despierta potenciales cerebrales raramente estimulados.

Vivimos en estados persistentes de contracción. Un especialista en esta materia, el profesor Heinrich Egenolf, señaló que “Es necesario volver a trabajar sobre uno mismo. A esto corresponde sobre todo el redespertar de la principal función vital, la respiración, y con ello la vivencia de la pausa respiratoria.” Así, el ser humano aprende de nuevo a prestarse profunda atención, percibe el latido de su corazón, incluso escucha el murmullo de su sangre y siente cómo lo atraviesa el hálito viviente en el inanimado intercambio con la pausa respiratoria. Agrega: “aprende, y esto es extremadamente importante, a observarse otra vez, a atender el curso de sus funciones y con ello a reconocer en sus comienzos los peligros que amenazan a su salud.”

Desde lo más profundo del ser humano resuena una voz, casi siempre reprimida y sofocada, que reclama algo capaz de dar un sentido permanente a la propia vida. Chuang Tsé advertía: “Tal vez has oído la música del hombre, pero no la música de la Tierra. Tal vez has oído la música de la Tierra pero no la música del Cielo.” Afina pues tu alma, amiga, amigo. El concierto es permanente.

* Miguel Grinberg es autor del libro “Mutantia 25 - Nuestro Espacio Sagrado” (Nuevo Extremo) y se inició en la meditación tibetana en el Instituto Naropa (Estados Unidos). Hay más información sobre sus prácticas meditativas en archivos antiguos de este blog: (mundogrinberg.blogspot.com) o en meditacionintegrada.blogspot.com

mundogrinberg(@)hotmail.com

http://mundogrinberg.blogspot.com.ar/

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