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Natalia Gaitan, ¡presente!
Por Ernestina Arias, ANRed - Tuesday, Mar. 11, 2014 at 11:52 AM

Natalia Gaitán, ¡presente !

Ernestina Arias. Periodista ANRed

Cuando era niña, 5 o 6 años, yo ya sabía que las mujeres me gustaban. Y me enamoraba. Como no me pareció "malo", porque me habían enseñado a "amar al prójimo como a ti mismo", continué con mis "enamoramientos". Pero claramente con el tiempo me di cuenta de que los mandatos sociales y culturales no eran precisamente "amar a la prójima" si eres mujer. Durante el resto de la niñez y la adolescencia mis días transcurrieron entre libros, potreros, tangos, zambas, barrio suburbano, cuidar hermanitos y estudiar mucho. Mi gusto por las mujeres creció a la par del gusto por los hombres. Y luego la juventud, las salidas, la "facu", me hicieron conocer más y más gente. Hasta que apareció Ella. Ella era una compañera de facultad que me encandiló con su sonrisa y su adorable forma de ser. Me enamoré de Ella y estaba feliz de sentirme así, tan maravillada y maravillosa, tan en las nubes, tan especial al verla. Tan así me sentía que tenía que compartirlo con alguien. Y la primera persona a quien se lo dije fue a mi hermana, menor que yo y compinche en todo. Nos encerramos en el dormitorio y mi hermana me escuchó atentamente, como mi amor estaba enfocado en una mujer. Terminé de hablar y me estrujó en un abrazo, y sólo atinó a llorar. "¿Por qué?", le dije. "Porque me alegro que estes así, enamorada, y que lo vivas intensamente, pero...te van a discriminar en la vida. Por eso lloro". Yo la abracé aun más. Era verdad, Claypole no era muy "open mind" que digamos y en el sentido común de mi hermana primó el discurso conocido sobre que era ser gay o lesbiana en la sociedad: discriminadx. Agradecí su preocupado amor, y le expliqué que ese sentido común no me iba a amedrentar.

Los amores llegaron y pasaron. La vida continuó y cuando estuve en pareja le comenté a mi mamá sobre esa persona especial que llenaba mi vida y le dije "mamá...no es un chico, es una chica". Mamá sonrió y enseguida con ojos llorosos dijo "si tu viejo estuviera también le encantaría verte así de feliz con alguien". Para mi sorpresa, siempre tuve una familia gay friendly y no lo sabia. Me bancaron en todo.

Seguí conociendo gente, en el estudio, el trabajo, la militancia. Y tal vez ese entorno que supe construir hizo que viviera con total libertad mi ser. Donde fui y estuve comentaba mis noviazgos y amorios con mujeres con total naturalidad. Si en el trabajo todas contaban acerca de sus maridos y novios. Si en la facu todas hablaban de ese chico que les volaba la cabeza. Si en la militancia todxs luchamos contra todo tipo de opresión. ¿Por qué yo no podría decir vivo con mi novia y soy feliz? Debo decir que jamás me sentí agredida y que nadie me quitó el saludo por ser quien soy.

Pero, por fuera de ese entorno, lo cierto y terrible es que mi historia de cómo viví y vivo mi sexualidad no es ni fue la de muchas mujeres. Me pasó con algunas de mis novias. Había que vivir esos noviazgos en la clandestinidad, por sus familias, por la sociedad, arrastrando el peso de lo oculto, lo invisibilizado. Como si fuese lejano poder vivir siendo una misma.

Cuando ocurrió el asesinato de Natalia Gaitán sentí un golpe tremendo. Recuerdo que fui a visitar a mi mamá y lo vimos en el diario. La impotencia y la bronca nos desbordó a las dos. Y no reprimimos las ganas de llorar y nos abrazamos. Ni ella ni yo pudimos entender. Nuevamente ese "sentido común" que habla de odio y discriminación apareció y se hizo muerte, asesinato. Esa violencia sólo porque sos diferente.
Luego, firmé una declaración contra la lesbofobia que un grupo de compañeras redactó e invité a mis amigxs a que también lo hicieran. Lo hablé con cuanta persona se me cruzó.
Con la premisa de seguir luchando, para gritarle a una sociedad que no entiende aún que nosotras podemos amar a otra mujer, digo: No olvidemos a Natalia.

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