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“Caballeros con ansias de ser los superhéroes…”
Por Adriana Carrasco* - Tuesday, Mar. 31, 2015 at 5:14 PM

“A ver, ustedes que niegan las estructuras machistas (patriarcales) de esta sociedad, díganme a qué varón joven le ocurrió algo parecido”. Fue el primer pensamiento que me atravesó traspuesta la furia visceral del primer momento. A Daiana Garcia la asesinaron cuando se dirigía a una entrevista de trabajo y la descartaron en una bolsa.

“Caballeros con ansi...
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Empecé a trabajar en redacción de policiales hace más de 25 años. Uno de mis primeros trabajos fue darle tratamiento periodístico al informe de la autopsia de Alicia Muñiz, asesinada por su pareja, el boxeador Carlos Monzón. ¿Cuántas Daiana García en estos años? Imposible saberlo. Con el cuerpo a la intemperie o dentro de una bolsa. Podría ser cualquiera de nosotras. Quién de nosotras no fue a una entrevista laboral donde nos esperaba un acosador. La más reciente que recuerdo fue con un editor de un medio gráfico, decepcionado de encontrarse con una mina grande. Menos mal. Pobre chica la que hubiera estado ese día en mí lugar. Al cabo de las primeras reflexiones, leí en las redes sociales un texto de Maximiliano Montenegro donde invertía la situación. La víctima era un varón. El relato en primera persona intentaba mostrar cómo se ven las cosas desde nuestro lado, el lado de quienes nos encontramos en situación social de mujeres. El texto era muy claro y finalizaba con esta nota (cito a Montenegro): “Dicen que la cultura de la violación no existe. Dicen que exageramos. Dicen que no somos una sociedad machista. Dicen que las pibas no son asesinadas por violencia sexista. Dicen que es mentira que a los varones nos enseñan a creernos dueños de los cuerpos y las vidas de las mujeres. Dicen y dicen. Pero las que mueren asesinadas son ellas. Por nosotros, los machos”.

Me pareció un texto para celebrar, más allá de que sabemos que esa inversión es imposible, tal como está constituida nuestra sociedad. Y más allá de que siempre esas inversiones son una tentación para el pensamiento simplificador y una trampa fácil del sistema la idea de que machismo-feminismo son términos reversibles. Varias compañeras se dieron cuenta de que podía producirse ese desplazamiento. Me pareció que exageraban. Pero no. Efectivamente, y tal como aquellas compañeras sospechaban, la operación de reversión de géneros en la relación opresor-oprimido dio un esperable salto de continuidad y se transformó en una operación de sustitución. Operación a través de la cual se solapa que la situación social mujer es una situación relacional, que solo es posible en la dinámica de la relación grupo social opresor-grupo social oprimido.

Es que el grupo social opresor es autoconciencia que no resigna su lugar. La autoconciencia en unos casos consume el cuerpo de una mujer y lo desecha, y en otros se pone en el lugar protagónico, dejando a un costado a la víctima, consumida como objeto ora en la carne, ora en el papel. La autoconciencia nunca reconoce a “la otra” como conciencia. Y el cartel que denunciamos, lo confirma.

El pase de cartas de la operación de reversión a la operación de sustitución se operó a través de un salto discursivo escandaloso. Escandaloso porque oculta las relaciones de opresión y porque sustituye la voz de las víctimas permanentes de la violencia patriarcal. “Las que mueren son ellas. Por nosotros, los machos”, dice Montenegro. Y claro que es así, hay evidencias concretas que lo muestran todo el tiempo.

Pero al cabo de estas palabras en las que un varón reconoce y denuncia las relaciones de opresión, casi sin espacio para la reflexión, surge la campaña “Yo también soy la mujer dentro de la bolsa”, impulsada por Cosecha Roja y con mucho entusiasmo en particular por Maximiliano Montenegro. Son fotos de frente de periodistas varones y mujeres, que sostienen un cartel con esa leyenda.

Lo que vemos en esos varones que sostienen el cartel “Yo soy también la mujer dentro de la bolsa” en lugar de llevar uno con la leyenda “Las que mueren son ellas. Por nosotros, los machos,” son caballeros con ansias de ser los superhéroes en la asistencia de la mujer indefensa. Y como superhéroes, se impostan como protagonistas de la historia, al equiparse simbólicamente en una imposible operación de identificación con las víctimas.

Volvemos a decirles a ustedes, caballeros periodistas, superhéroes de la sustitución, aunque no quieran escucharnos (claro que ya estamos acostumbradas): Ninguno de ustedes tuvo la vivencia de sentirse acosado, amenazado, golpeado, manoseado, inspeccionado, abusado, violado, ni hablar de asesinado, por estar en situación social de mujer. Una cosa es solidarizarse con una lucha y otra intentar sustituir a las sujetas oprimidas que luchan por liberarse de su situación. Otra cosa es aplanar las consignas de manera tal que se conviertan en un chicle blando y olvidable, una consigna equiparable a tantas otras que se pusieron de moda en estos días.

Me refiero a la gelatinosidad de consignas como “Je suis Charlie” o “Yo soy Nisman”, de días carcanos. Campañas que por otro lado mostraron la hilacha del cálculo de los sectores opresores de la sociedad que las levantaron.

La compañera periodista Zula Lucero sugirió: "Lo que podrían usar es un cartel que diga: 'Yo no violo, ni asesino mujeres. ¿Y vos?', haciéndose cargo como colectivo de varones de su responsabilidad en la violencia de género e interpelando a otros de su género". Y llegó a esa conclusión a través de “una construcción colectiva porque es mi interpretación de leer y participar de otros debates sobre el mismo tema". Esas fueron sus palabras. A las feministas no nos gusta apropiarnos de las palabras de otros. No creemos que las construcciones colectivas se hagan sobre la cuesta de la ola, a través de campañas marketineras y efímeras. Y no recortamos las palabras de las mujeres ni las sometemos al anonimato.

En medio de estas discusiones en los portales y en las redes sociales, nos encontramos con un artículo de Cosecha Roja en respuesta a nuestra crítica radical. En la nota “¿Los varones pueden ser la mujer dentro de la bolsa?”, sin firma, usaron nuestros argumentos en forma de citas, recortadas según su conveniencia para defender los argumentos de los promotores del “Yo también soy la mujer dentro de la bolsa”. En típico mecanismo patriarcal, una vez más nos someten una vez más al anonimato a las mujeres que denunciamos al patriarcado en sus diversas manifestaciones.

Estos periodistas, que se consideran solidarios con las luchas de las mujeres, se ubican a sí mismos al mismo nivel de las víctimas integrantes de un colectivo social oprimido.

El desafío para las periodistas feministas consiste en mantenernos críticas frente a las trampas del discurso patriarcal y no acomodarnos a lo que "queda bien", para no chocar con los/as/xs compañeros/as/xs del gremio. No es sencillo. Las posibilidades laborales en el siglo 21 se reducen cada vez más a los “quedar bien aquí y allá”.

* Periodista. Feminista.

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