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Guevarismo en Uruguay. Comentario al texto de Jorge Zabalza
Por Luis E. Sabini Fernández - Thursday, Oct. 22, 2015 at 5:36 PM
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La nota analiza el abordaje que ensaya Jorge Zabalza en su escrito El guevarismo. Respeta sentimientos y verifica acuerdos, pero critica cierta adhesión que el autor considera inercial a falsas verdades de la izquierda marxo-leninista, radical o guevarista.

Jorge Zabalza, un referente de la política uruguaya que en su momento ha tenido el coraje cívico y político de elegir entre, la verdad y la historia oficial de su propia organización, a la verdad, ha publicado ahora un texto de “opinión” en Voces (8/10/2015) titulado “El guevarismo”.

En el que indudablemente recoge el aniversario del asesinato de Ernesto Che Guevara para rendirle memoria. Se trata de un texto en que se entremezcla una variedad de verdades, que procuraremos siquiera parcialmente reseñar junto con otra cantidad de errores o deformaciones que no atribuyo en absoluto a mala fe sino más bien al tipo de trampa ideológica en el que tantos militantes suelen quedar atrapados.

No nos queda claro si JZ invoca la frase “Se sabe que en América Latina y en el mundo la revolución vencerá” en el marco histórico de la Segunda Declaración de La Habana, en 1962, o si es una afirmación suya más permanente. Circunscrita a 1962, revela su fidelidad a la idea de historia de Marx y el marxismo con su pretendido conocimiento de “el porvenir”, que es en rigor lo porvenir. Propuesta como afirmación permanente, revela que dicha fidelidad sigue vigente, aunque hoy se haga más patente lo que tiene de fe, puesto que si algo hemos aprendido en este último medio siglo es que “el futuro” no es sino ideológico, que tendríamos que recuperar una vieja usanza del idioma castellano que refleja una asimetría temporal: referirnos a “el pasado” y a “lo futuro”.

En una palabra, la idea de futuro que campea en la presentación de JZ nos habla de su afincamiento en el marxismo como instrumento para conocer y transformar la realidad. Y nuestra convicción es que con tal instrumento, no habremos de conocer ni transformar con acierto.

Esta observación es de todos modos, de tipo teórico. La mayor carnadura sobreviene con el esfuerzo de JZ por desasirse de cierto militarismo y cierto aventurerismo, algo que lleva a cabo valiéndose de los propios análisis teóricos de Guevara. Y en ese esfuerzo también son patentes sus aciertos y sus falencias.
JZ observa con acierto que “en aquel entonces |los ‘60| nadie dudaba que el mundo marchaba hacia el socialismo |…| imposible de entender con la cultura política de este Uruguay |dominado| por el mito de la eternidad del capitalismo.” Y completa: “Ese sentimiento de vivir la época del socialismo fue la base subjetiva que impulsó revoluciones por todo el mundo |…|” La precisión de JZ es correcta aunque no extraiga una conclusión obligada, incluso dentro de la interpretación marxista: fue la base subjetiva, no objetiva. Es decir, no tenía por qué tener anclaje en la realidad. Lo que se llamaba socialismo no tenía por qué serlo, podíamos estar en una perfecta nube de creencias que no tenía porque tener correlato objetivo con la realidad, la verdad, la historia.

JZ explica como los diez años de la década de los ’60 se vivieron como diez siglos. Dice, con acierto, que “el tiempo se dilataba por la intensidad emotiva”. Y a continuación sostiene: “lejos de atemorizar y desestimular la lucha, la muerte del guerrillero heroico lo convirtió en leyenda y la leyenda se transformó en aluvión incontenible.” ¿Incontenible? Si nos remitimos a los duros hechos, el aluvión fue férreamente contenido. Con la excepción de Nicaragua en América Lapobre, todos los esfuerzos insurgentes fueron cegados, quebrados, arrinconados o en todo caso trasmutados en opciones progresistas, que más adelante el mismo JZ analiza con mucha precisión y nos muestra cuan funcionales han resultado al dominio mundial de “los de siempre” (el eje del capital globalizado basado en EE.UU.-R.U.-Israel).

Pero prosigamos en el orden en que JZ presenta sus planteos. Su subjetivismo es tan fuerte como para glorificar la muerte del Che porque gracias a ello, “la juventud latinoamericana cargó su mochila a la espalda y se lanzó a hacer la Revolución |…| El 8 de octubre de 1969, Alfredo Cultelli, Jorge Salerno y Ricardo Zabalza pusieron sus vidas en juego para convertir el socialismo en realidad y homenajear al Che.” En estas palabras hay encerradas una enorme carga afectiva, que es muy respetable. Y no quiero inmiscuirme en tales sentimientos. Pero JZ está procurando desentrañar fenómenos y situaciones, está tratando ─entiendo─ detectar lo real. Y probablemente los sentimientos, respetables, no le dejen acercarse a la verdad: el MLN quería sin duda, al menos ideológicamente “convertir el socialismo en realidad”, pero concretamente aquel 8 de octubre en Pando, quería “homenajear al Che”. Y crear una fecha referencial, un mojón al estilo del primero de noviembre argelino de 1954.

Eso tiene un nombre: voluntarismo, subjetivismo. Lo tiene hoy, lo tuvo en 1969. Y sería hora de comprenderlo (una búsqueda de la verdad con el aparato del MLN oficial, hoy gobierno o cogobierno, parece baldía, pero en cambio, válida con quienes han optado, como JZ, por asumir un pensamiento crítico).

Todo el escrito de JZ procura evitar caer en un vanguardismo y en un iluminismo que le marque el camino y el compás al descontento popular, a las masas despojadas. Y reseña al respecto las propias precisiones de Guevara: “no son los pueblos quienes rompen la legalidad, pues prefieren solucionar sus problemas con el mínimo de sacrificio.”

Apostrofa JZ: “El guevarismo no se afilió a la concepción que atribuía poderes mágicos a la violencia revolucionaria y creía que con ponerla en práctica bastaba para transformar la realidad.” Mi punto de vista es que Guevara hizo, por ejemplo en Bolivia, lo que aquí se impugna. Y con agravantes. Pretendiendo asumir, de antemano, el mando militar y político de su engrandecido proyecto.

Todo el capítulo que JZ dedica a “lo subjetivo”, realzando su importancia, es lúcido y preciso y por eso no comentaré aspectos totalmente secundarios.

Sin embargo, aun procurando captar la complejidad de lo real en el capítulo “¡Qué difícil es todo!” JZ formula una clave política a mi modo de ver profundamente equivocada. Aclara, con razón, que “ni el más enardecido de los discursos es capaz de sacudir la pasividad, pero complementa con el hecho de que si no existieran ”los núcleos que conservan encendida la llama”, “la intención revolucionaria desaparecería” y que al persistir lo militantes que quieren “hacer la revolución en tiempos de sequía |…| en sus conciencias ha saltado la térmica antes que el cortocircuito incendie la pradera.” Y entonces, graciosamente les atribuye y se atribuye una condición y una capacidad “para explicar las cuestiones que hacen al problema del poder”. Entiendo que muy a menudo tales grupos militantes, en lugar de ser maestros o guías o referentes, son espejismos que no solo no ayudan sino que dificultan el conseguir una sociedad más justa y libre.

Cuando JZ exhorta a no renunciar “al trabajo de agitación cuyo destinatario son precisamente las grandes mayorías”, personalmente entiendo que sería mejor luchar por causas justas, alguna de las cuales siempre puede encender la pradera, pero no insistir en la vieja consigna bolchevique de agitar a las masas; recuerdo una consigna-humorada que tuvimos que emplear contra el militantismo en los ’70: “Instrucciones para el uso del proletariado: agítese antes de usar”.

La presentación de JZ tiene pasajes de enorme lucidez e interpreto uno de sus penúltimos párrafos; “En algún momento entusiasmado por un aumento en la receptividad, el núcleo activo puede apresurarse demasiado y su acción ser poco comprendida a nivel general. Es preciso |…| no intervenir antes de tiempo y fuera de lugar” como una referencia autocrítica (aunque no expresa) al MLN. Son tan incriticables las verdades sagradas de la izquierda más revolucionaria, que podemos agradecer esta observación de JZ, aunque sea sólo tácita o quede al buen entendedor.

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