La orfandad de interlocutores del establishment financiero en los distintos campamentos que confluyeron para desalojar a Mauricio Macri del poder llevó esta semana a reacciones tan histéricas como exageradas. Un festival de rumores alimentado por el silencio cada vez más atronador de Alberto Fernández respecto de quiénes integrarán su equipo económico metió a las acciones y bonos argentinos a otro subibaja frenético. Una conversación secreta de Sergio Massa anteayer con representantes de cinco fondos de Wall Street potenció esos rumores. Y para peor, la nueva jefa del Fondo Monetario salió a marcar los límites de la cancha para un partido sin revancha. Es lo único en lo que todos, todas y todes están de acuerdo: si la montaña impagable de deudas que deja Cambiemos no se renegocia antes de abril, el país se asomará a un nuevo abismo.
La convicción -¿wishful thinking?- de que Macri sería reelecto llevó a muchos lobistas a relajarse y descuidar sus amistades del otro lado de la grieta. Desde las PASO, arrepentidos, procuran tender puentes con el gobierno entrante y pagan lo que sea por un dato. Aunque sea falso. A río revuelto, como siempre, la ganancia es de los consultores: en los últimos días la industria del humo hizo circular entre empresarios y financistas al menos media docena de PDFs con los posibles gabinetes de Fernández y el currículum de cada uno de sus integrantes.
Los estrategas de Wall Street que consiguieron comprometer a Massa para la conference call de anteayer sonrieron cuando el futuro jefe de la Cámara de Diputados les dijo que el ministro de Economía no sería Guillermo Nielsen ni Matías Kulfas, los dos más mentados en informes periodísticos y humeantes cafés. “Alberto tiene una sorpresa que le va a gustar mucho al mercado”, soltó enigmático. En cuestión de minutos, las órdenes de compra de esos fondos ya habían hecho volar a los castigados activos criollos.
Lo que leyeron entrelíneas los hombres del Financial District es que subían las chances de que asuma Martín Redrado, el hombre a quien el propio Fernández encomió días después de su batacazo en las PASO, ni más ni menos que durante un seminario organizado por Clarín. Fue música para esos oídos que no quieren escuchar hablar de quitas y que habían celebrado dos meses atrás la salida “a la uruguaya” que propuso Emmanuel Álvarez Agis. En los pisos más altos de los rascacielos de Manhattan descartan al exviceministro de Axel Kicillof para un puesto decisivo, porque él mismo les dijo que no pretende ocuparlo. Pero lo siguen impulsando banqueros locales que llegaron al Frente de Todos del bracete de Massa.
Oasis se vende
La realidad es que sigue sin definirse el cargo que ocupará cada uno y que los vetos internos en la coalición ganadora no son los publicados hasta ahora. Nielsen, a quien varios operadores de la City señalaron como vetado por Cristina Kirchner, se reunió al menos cuatro veces con ella en el Instituto Patria desde que empezó la campaña para conversar sobre la deuda. La última, después del 27 de octubre. Sobre Redrado, en cambio, sí pesa una pena inconmutable por haber oficiado como perito de parte contra la vicepresidenta electa en la causa dólar futuro, la menos sólida de las que se siguen en su contra.
Un hombre con despacho en el Patria lo resumió así, ayer, ante BAE Negocios: “No hubo vetos para el gabinete porque Alberto jamás le propondría a Cristina gente que pueda ser vetada. No es boludo”. Según él, los nombres de Redrado, Florencio Randazzo y Diego Bossio -el trángulo de la tirria kirchnerista- nunca estuvieron sobre la mesa. “Pasa que muchos compañeros se hacen los pícaros, prometen cargos y después vuelven diciendo perdoname pero te vetó la doctora”. ¿A quién se referirá?
Los que sacan cuentas sobre la deuda son varios. El propio Agis insistió en estos días con que la clave está en negociar rápido con el Fondo, para lograr que extienda el actual acuerdo Stand-By y desembolse durante el año próximo los US$ 10.000 millones que quedaron pendientes. Según los cálculos que exhibió ante Fernández y que también llevó a su último viaje a Nueva York, las necesidades brutas de financiamiento para 2020 se reducirían de 57.679 millones a 18.761 millones con un simple reperfilamiento “market friendly” y a 15.624 millones con una renegociación más agresiva, con quita de capital del 20% y corte de cupones a la mitad.
Para habilitar esos 10.000 millones, por supuesto, el Fondo impondría condiciones. Y no alcanzaría solo con seguir ajustando el gasto sino que habría que hacer también la reforma previsional que prometió Macri. Ahí Agis recomienda una especie de canje: una suba inicial de los haberes a la cual se podrían aplicar US$ 2.000 millones (la famosa “salvaguarda social”, equivalente al 0,5% del PBI) a cambio de desenganchar las jubilaciones de la inflación y atarlas a la recaudación, que probablemente siga subiendo menos que los precios durante todo el año próximo. El saldo sería neutro el primer año pero haría más lenta la recuperación del 19% perdido por los haberes jubilatorios en los últimos cuatro años.
Martín Guzmán, el discípulo platense de Stiglitz que vive hace 11 años en Nueva York y al que probablemente repatrie el próximo gobierno, propuso algo distinto en un foro de la UNCTAD en Ginebra: dejar de pagar intereses por dos años y no tomar ni un dólar más del FMI. Pero aunque parecen opuestos a primera vista, los planes de Agis y Guzmán para el yenga de la deuda confluyen en un punto: ambos hablan de evitar un default unilateral, algo con lo cual también procuró mostrarse alineado Fernández en su primera charla telefónica con Kristalina Georgieva.
En cualquier caso, el FMI deberá aprobar la propuesta. ¿Por qué lo haría? Por razones geopolíticas, lo mismo que movió a Donald Trump a girarle a Macri el monto récord que obligó a autorizar a Christine Lagarde, aun contra lo que recomendaba el staff del Fondo y los directores de los demás países. “Somos un oasis de paz en la región. Tenemos que vender eso. Ellos no quieren otro polvorín. Y sobre todo, no quieren que nos vayamos del Grupo de Lima”, dijo otra de las fuentes consultadas.
Fuga y misterio
Nielsen, al menos según la información disponible hoy, no será ministro. Lo probable, siempre en las arenas movedizas de la indefinición, es que quede a cargo de una unidad especial de renegociación de la deuda al estilo de la que erigió con Roberto Lavagna en la época de Néstor Kirchner. Eso le permitiría reportar directo al Presidente y no depender de un eventual superministerio bajo la batuta de Matías Kulfas. También evitaría desdoblar Hacienda de Producción, algo que para Alberto simboliza el desprecio macrista por la economía real.
Sin ser ministro, allí Nielsen podría trabajar con los economistas de los estudios Bein y Broda que empezó a consultar sin que choquen con los equipos más heterodoxos de Kulfas, Miguel Pesce y Marcó del Pont, hoy más cercanos al jefe de Estado electo. También podría incorporar las ideas de Agis y las de Guzmán, quien ya las expuso ante Sergio Massa en Nueva York, ante Juan Manzur en Tucumán y ante el propio Kulfas en Buenos Aires.
¿Dónde confluyen esas dos propuestas de reestructuración de deuda sin default? En una suba de impuestos inicial, progresiva, gracias a la cual retenciones y Bienes Personales aportarían un punto adicional del PBI en recaudación. La parte de las retenciones las trabaja Kulfas con quien suena como posible secretario de Agricultura, Roberto Delgado. Ya está decidido que volverán a ser un percentaje para que no vuelvan a devaluarse como ocurrió desde que Nicolás Dujovne las convirtió en un monto de $4 por dólar. La pregunta es qué porcentaje. Por ahora para la soja se habla de un 25%, menos que el 35% que llegó a cobrar el kirchnerismo cuando los precios eran mucho mejores. Para el trigo y el maíz evalúan sostener la exención, que expandió mucho las superficies cultivadas.
Sobre Bienes Personales trabajará Marcó del Pont, a quien las fuentes ubican cada vez más cerca de la AFIP. Hoy el aporte de ese impuesto es marginal y aumentarlo permitiría dotar al paquete inicial de medidas de una impronta también progresiva. Algo que reclaman también voces cada vez más potentes en los países desarrollados. El desafío es cobrarles impuestos a quienes se beneficiaron, una vez más, con la desregulación cambiaria del macrismo a la que Marcó del Pont responsabiliza por la crisis.
Es mucho dinero. Que entró y salió, como en todas las crisis anteriores. Según el balance de la era Macri que publicó esta semana el Centro de Investigación y Formación (CIFRA) de la CTA, fueron US$ 103.808 millones los que se incrementaron al stock de deuda pública en moneda extranjera entre diciembre de 2015 y septiembre de 2019. En el mismo lapso salieron del sistema financiero US$ 93.667 millones.