Han pasado de ser concebidas como herramientas democráticas y ciudadanas a plataformas de propaganda política, que incluso sirven para perseguir opositores y activistas en países como Turquía. Un cambio consentido por unas plataformas que, como empresas, han priorizado siempre su negocio.
Por Juan Corellano.
Donald Trump podría cambiar las redes sociales para siempre. El conflicto abierto que el presidente de Estados Unidos mantiene con Twitter, y el que indirectamente ha causado en Facebook, atisba un punto de inflexión para estas plataformas. La circulación de falsedades y el clima hostil y polarizado son cada vez percibidos con más claridad por sus usuarios, algo que ha obligado a las plataformas a actuar para salvaguardar su imagen.
Ante la incertidumbre de cómo sus actuales decisiones se verán en el futuro, los últimos acontecimientos han dejado patente un cambio en las redes sociales: no han resultado ser, en absoluto, la herramienta ciudadana y democrática que la sociedad vio en la Primavera Árabe, el movimiento Occupy Wall Street o incluso el 15M en el caso español.
“Las tecnologías digitales han pasado de ser aclamadas como herramientas de libertad y cambio a ser culpadas por los disturbios en las democracias occidentales, por permitir una mayor polarización, aumentar el autoritarismo y entrometerse en las elecciones“, afirmaba ya en 2018 la profesora de la Universidad de Carolina del Norte y experta en la intersección entre sociedad y tecnologías digitales, Zeynep Tufekci.
Politización y propaganda
“Los partidos políticos las despreciaban (a las redes sociales), salvo los que no tenían posibilidad de tener publicidad en televisión y periódicos”, afirma la investigadora de datos sociales de la Universidad Carlos III de Madrid, Mariluz Congosto. En ese sentido, recuerda cómo Obama fue el primer gran ejemplo de un político que cambió el sentido de la comunicación en estas plataformas: desde arriba (la clase política) hacia abajo (la ciudadanía), cuando habitualmente había sido al revés.
Entonces el expresidente estadounidense ya hizo buen uso de los datos que Facebook guardaba sobre sus usuarios para su campaña. “Esto es mayor que el sueño de J. Edgar Hoover“, se recogía en un artículo al respecto en The Guardian durante el proceso de reelección de Obama en 2012, cuestionando las implicaciones éticas de este uso de datos privados. No obstante, sus victorias en las urnas pasaron al imaginario colectivo como uno de los primeros grandes ejemplos de empleo exitoso de las redes sociales en términos electorales.
“Hoy en día se han convertido en una herramienta de propaganda“, sentencia Congosto, señalando esta llegada de la política a las redes sociales como uno de los principales motivos del cambio que estas han sufrido.
Sobre dicho cambio, el catedrático de Periodismo de la Universidad Jaume I de Castellón y autor de varios estudios académicos a este respecto, Andreu Casero, asegura que la pandemia puede ser un punto de inflexión para un nuevo cambio en las redes sociales. “Un uso activista de estas tecnologías, pero con una diferencia, en lugar de hacerlo a favor del cambio social ahora predomina un uso de las organizaciones de extrema derecha y ultraderecha“, afirma.
En esa misma línea, Congosto asegura que “a partir de septiembre de 2018, ha habido un incremento de cuentas de derechas”, aunque también puntualiza que, en Twitter, siempre ha habido una mayoría de cuentas de izquierdas, por lo que ahora nos estaríamos acercando a un equilibrio. Tanto ella como Casero apuntan que estas cuentas utilizan sistemas idénticos a los vistos en el 15M, como la fabricación de trending topics para aumentar su alcance. Sin embargo, ambos advierten que también traen consigo un elemento nuevo que no se vio en el movimiento de 2011: la difusión de falsedades y bulos.
“Vivimos una guerra informativa no declarada”, asegura Casero, recordando las injerencias electorales de países como Rusia o la monitorización de la opinión que circula en redes sociales sobre el país, como hace Arabia Saudí. “La ultraderecha ha entendido bien ese clima”, sentencia sobre este cambio.
La lección de la Primavera Árabe
“El poder siempre aprende y las armas poderosas siempre caen en sus manos. Es una dura lección de historia, pero sólida“, afirmaba en 2018 Tufekci. Si la llegada de las instituciones y la clase política a las redes sociales fue trascendental en occidente, en diversos países árabes y asiáticos fue todavía más determinante.
La Primavera Árabe, además de un ejemplo de movilización ciudadana apoyada en las redes sociales, representó también una lección que rápidamente aprendieron muchos gobiernos y estados autoritarios. En un primer momento, el entonces presidente egipcio Hosni Mubarak intentó fallidamente acabar con el clamor de la oposición cerrando el acceso a Twitter en todo el país, algo que en absoluto acabó con las protestas que pocos días después acabarían derrocando al mandatario.
Pronto países como Siria aprendieron de ese error, pasando a emplear redes sociales como Facebook para identificar a activistas y opositores y arrestar a quienes difundían mensajes contra el Gobierno de Bashar al-Assad en ellas, según recuerda Al Jazeera. “Los gobiernos de determinados estados, más aún los autoritarios, las ven una herramienta para extender sus poderes, para limitar la libertad de expresión”, asegura el portavoz de Amnistía Internacional (AI), Carlos de las Heras.
Recuerda casos recientes como el de China, donde el control de los ciudadanos a través de las tecnologías por parte del Gobierno se ha intensificado con el pretexto de la pandemia, aunque el caso del país asiático es muy particular por emplear redes sociales propias. Otro ejemplo es el de Turquía, donde, según denuncian en AI, se han producido detenciones de periodistas y activistas a raíz de publicaciones en redes sociales.
Polarización consentida
Además de la incursión de la esfera política y el empleo de bulos, las redes sociales cuentan actualmente con otro componente que les despega de la herramienta de cambio que en su día parecían ser, la creciente polarización. El clima hostil que se vive en estas plataformas convierte en habituales las declaraciones que incurren en el discurso del odio o la incitación de la violencia. Es precisamente el caso de las palabras de Trump que han desencadenado sus conflictos con Twitter y las críticas hacia Facebook.
Las compañías suelen argumentar que solo son facilitadores y no responsables de lo que sus usuarios expresan en la plataforma. Sin embargo, son bastante más conscientes de la polarización que causan sus algoritmos entre sus usuarios de lo que ellas mismas reconocen. Así lo demuestran dos investigaciones del Wall Street Journal. Una de ellas apuntaba cómo YouTube lleva a sus usuarios, a través de las recomendaciones, a los contenidos más radicalizados de su plataforma, premiando indirectamente a creadores de teorías conspiranoicas, bulos y desinformación. Otra más reciente reveló cómo Facebook ignoró unos informes internos que advertían de la polarización causada por su algoritmo.
“A veces les atribuimos una concepción democrática o de defensa de la democracia que no necesariamente tienen, son empresas“, sentencia Casero sobre esta actitud de las compañías. “Cuanto más tiempo estemos en la plataforma más dinero ganan y más información tienen sobre nosotros. El tipo de contenidos que hacen que la gente esté más enganchada no son de amor y paz, sino todo lo contrario: la indignación, la ira“, asegura Congosto.
Fuente: https://www.publico.es/politica/twitter-primavera-arabe-choque-trump-han-llegado-redes-sociales.html