El 5 de septiembre es el Día Internacional de la Mujer Indígena, instaurado en 1983 durante el II Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América en Tiahuanacu, reivindicando en la figura de Bartolina Sisa la lucha de las mujeres indígenas contra todo tipo de opresión. Hoy la lucha de los pueblos continúa sin pausa en este continente, donde en las últimas décadas el monocultivo y el extractivismo quieren acabar con las tierras que aún se encuentran en manos de comunidades campesinas o indígenas.
Por Noelia Carrazana – Mink´a Comunicacion-Red Eco Alternativo. Imágenes: Gabriela Franchini, Carina Ávila, Noelia Carrazana.
El 5 de septiembre es el Día Internacional de la Mujer Indígena, instaurado en 1983 durante el II Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América en Tiahuanacu, reivindicando en la figura de Bartolina Sisa la lucha de las mujeres indígenas contra todo tipo de opresión. Bartolina fue la mujer aymara que acompañó a Tupac Katari en la organización de su pueblo para pelear contra los españoles en 1781. El 5 de septiembre de 1782 fue ejecutada de manera brutal por los conquistadores.
Aunque en estos más de 500 años se han querido silenciar y ocultar las diferentes luchas que reivindican a las culturas ancestrales que habitaban este continente antes de la llegada de los europeos, nombres como el de Bartolina, Micaela Bastidas y Juana Azurduy quedaron en la historia como mujeres que lucharon con fortaleza.
Hoy la lucha de los pueblos continúa sin pausa en este continente, donde en las últimas décadas el monocultivo y el extractivismo quieren acabar con las tierras que aún se encuentran en manos de comunidades campesinas o indígenas.
Durante los primeros días de agosto se encontraron en Buenos Aires Elisa Loncón, mujer Mapuche y ex presidenta de la Asamblea Constituyente de Chile, y Zenaida Yasacama, primera mujer vicepresidenta de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), para darle su apoyo dentro de la hermandad de los pueblos del Abya Yala a las comunidades jujeñas que componen el Tercer Malón de La Paz.
Este gesto de acompañamiento comenzó el 8 de agosto en Humahuaca, donde se realizó una ceremonia de la Semilla, luego se trasladaron al corte de Purmamarca en el marco de una Minga de la Palabra, para realizar una Audiencia International y Plurinacional por el Agua y los Territorios Indígenas. Allí Elisa Loncón pudo escuchar el testimonio de mujeres de diferentes comunidades sobre la vulneración de los derechos y violación a sus territorios que vienen sufriendo por parte del gobierno de la provincia de Jujuy, encabezado por Gerardo Morales.
En lengua runasimi, propia del pueblo quechua, el concepto de Minga o Mink’a hace referencia a un trabajo comunitario para lograr un objetivo común, y ese hacer se pudo concretar por el acuerpamiento de mujeres del Tejido de Profesionales Indígenas, las organizaciones feministas Católicas por el Derecho a Decidir e Incidencia Feminista, y también por el apoyo de la diputada nacional Mónica Macha, que fue la anfitriona en el Congreso de la Nación del encuentro, que se realizó el 9 de agosto, para dar voz a mujeres jujeñas que explicaron sus reclamos y denuncias por la situación que viven en esta provincia argentina.
En este espacio también se escuchó la voz de la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez Mina, quien no pudo estar presente, pero sí acompañó la actividad: “Es de suma importancia promover la preservación y el resguardo de nuestros recursos naturales con el respaldo y la participación de las comunidades indígenas, cuyo conocimiento es fundamental en la protección de nuestros ecosistemas”, fueron sus palabras a través de una carta de agradecimiento a las mujeres del Malón.
Luego de esa actividad, las mujeres jujeñas salieron acompañadas por Elisa y Zenaida a la explanada del Congreso para realizar, junto a los feminismos y ciudadanos autoconvocados, el Wiphalazo en apoyo a los reclamos que trae el Malón: nulidad de la Reforma Inconstitucional, solicitud para el tratamiento de la Ley de propiedad comunitaria de los pueblos indígenas e intervención de la Provincia de Jujuy para que cese la represión, detenciones, persecuciones y acciones de las fuerzas policiales con tintes de terrorismo de estado que han sido denunciadas por organismos de Derechos Humanos desde que comenzó la movilización de indígenas y docentes en la provincia.
Verónica Azpiroz Cleñan, politóloga mapuche e integrante del Tejido de Profesionales Indígenas, reflexionó respecto a este evento: “Creo que sembramos una semilla y logramos darle aliento y newen a las hermanas en Jujuy mostrando con experiencias concretas que las mujeres indígenas construimos poder, lo gestionamos y proyectamos con prácticas culturales propias, sin imposición de agendas, construimos y sostenemos alianzas estratégicas con los feminismos y movimientos ambientales porque lo que nos une es el respeto a la vida en todas sus formas humanas y naturales”.
Elisa y Zenaida representan a mujeres indígenas que son sujetos políticos activos en sus países, al momento de pensar proyectos enmarcados dentro de lo que se denomina Buen Vivir, donde se evidencia que la apuesta del movimiento indígena es una apuesta por la vida, por la preservación de los recursos naturales para que exista respeto y consulta desde el estado hacia las comunidades indígenas al momento de querer llevar proyectos extractivistas o mineros o pensar políticas públicas que nos engloba a toda la sociedad.
“Las mujeres indígenas en este presente tenemos capacidad política de incidir en la agenda nacional. Tenemos muchos recursos de conocimiento tanto tradicional como académico para argumentar, para justificar, para proponer modos de vida o modelos políticos, societales diversos o diferentes a lo que plantea el modelo neodesarrollista, que es un modelo de sociedad en la cual se exacerba el yo por encima de nosotros”, explica Azpiroz Cleñan.
“Defender el territorio es defender la vida, no es cierto que seamos pobres, nos han empobrecido quitándonos el territorio, nos han empobrecido porque nos han quitado nuestras lenguas, nos han quitado nuestra sabiduría, nuestra forma de pensar, entonces la base de la vida es nuestro territorio, por eso ustedes están acá, por eso yo estoy acá”, vociferó Elisa Loncón en su clase pública del 10 de agosto frente a la Corte Suprema de la Nación, durante su visita de apoyo a la permanencia del Tercer Malón de La Paz.
“No es cierto que nuestras culturas sean machistas, nos transformaron en machistas porque nos colonizaron, pero hoy que veo aquí tantas mujeres y hombres entiendo que hay pensamiento indígena en resistencia, defendiendo el derecho a decidir, nosotros tenemos que definir el futuro de nuestros pueblos, ¡no puede ser que después de cinco siglos sigan pensando que ellos van a pensar y decidir por nosotros!, tenemos instrumentos jurídicos internacionales que lo conocen todos los gobernantes que los pueblos indígenas somos sujetos de derecho y eso es lo que estamos haciendo valer cuando estamos acá”, exclamó Loncón, ante el grupo de hombres y mujeres jujeños que la escuchaban con atención.
Por su parte, Zenaida Yasacama, que vino desde Ecuador para dar su respaldo al reclamo de las comunidades jujeñas, indicó: “Nuestra lucha es igual que la lucha de ustedes, así se lucha, solo los que estamos en la calle con hambre, con frío, no somos violentos, no somos vagos, nosotros luchamos por la dignidad, por la paz, por un mundo diferente, porque hasta hoy vivimos con nuestros derechos atropellados”.
El movimiento indígena en este continente que se vistió de blanquitud por 500 años irrumpió con mayor fuerza desde inicios de 1990; quizás en décadas anteriores también existieron manifestaciones de emancipación, como fue el caso del reclamo del primer Malón de La Paz hace 77 años cuando llegó a Buenos Aires para realizarle al gobierno de Juan Domingo Perón un reclamo histórico de la devolución de sus tierras, que habían sido ocupadas por antiguos latifundios tabacaleros y azucareros. En público se les prometió la devolución, pero luego los indígenas fueron enviados en tren de vuelta a su provincia sin ninguna resolución de su pedido.
También en Bolivia en 1989 nació el Ejército Guerrillero Tupak Katari (EGTK). Su creador fue Felipe Quispe Huanca, un aymara que supo desde aquella época desnudar el racismo imperante en la sociedad: “Porque siempre tenemos que ser el barredor, porque siempre tenemos que estar cuidando al opresor (…) no quiero que mi hija sea la empleada de usted”, fueron respuestas épicas que dio Quispe a una periodista cuando fue encarcelado acusado de alzamiento armado. En esa misma época, 1990, en Ecuador un grupo de 150 personas irrumpió y tomó la Iglesia de Santo Domingo en Quito reclamando la solución de conflictos de tierra, eran integrantes de la Coordinadora de Conflictos Agrarios y luego de ello la CONAIE mostró la potencia del indígena reclamando sus derechos políticos en las calles de ese Ecuador que los desconocía.
Desde el discurso hegemónico, amplificado por los medios de comunicación corporativos, se construye el relato que “los indígenas somos minoría, pero en este tiempo ya es hora de mirarnos al espejo y darnos cuenta que somos mayoría en los países de nuestra américa”, dice Bernarda, que se reconoce como guaraní, aunque nació en Buenos Aires.
Allá por el 1992 se creó en Guatemala el Comité de Desarrollo Campesino (CODECA), un movimiento campesino indígena que plantea que se pueda desarrollar una Asamblea Constituyente Plurinacional en ese país. En México también en 1994 se dio a conocer el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, que a casi 30 años sigue vigente y construyendo alianzas con el sector campesino de México, a pesar de los continuos ataques que reciben por parte de las fuerzas de seguridad estatales, así como también de grupos del crimen organizado.
Entonces, aunque parezca novedosa la organización y lucha de los pueblos originarios por el derecho a conservar sus modos de vida y su territorio, es una lucha y un accionar dentro del escenario político continuo en los diferentes países, aunque en la mayoría se deslegitime a sus actores no reconociendo su influencia y derecho en igualdad con todos los ciudadanos.
Y ese resonar de la lucha lo encontramos en mujeres que participaron de la Minga de la Palabra, como fue el caso de Eva Marianela Noemí Díaz, que es una mujer que está en los cortes y permanencias en la rutas de Jujuy. Es integrante de la comunidad de Agua de Castilla, departamento Cochinoca, es docente, estudiante de la licenciatura en Gestión Ambiental, participó en la Minga que se realizó en Purmamarca. Ella explica: “La convicción que tengo actualmente es de creer en la mujer como dirigente, en el resurgimiento de las mujeres, no sólo como jefas de familia, sino también las mujeres como políticas, cuesta mucho surgir como dirigente, puesto que el machismo no solo está instalado en las familias, sino también en la dirigencia. Desde ese lugar, acompañar el proceso de las comunidades. Hoy la discusión del litio nos lleva a tener otro tipo de discusiones, no solamente hacia adentro del territorio indígena, sino también como movimiento indígena y además hacia afuera, hacia la sociedad, hacia el común, hacia las políticas predominantes que tenemos actualmente”.
“El rol de las mujeres es importante porque nosotras organizamos tanto la alimentación, así como también cómo comunicar esta situación porque en Argentina hay un cerco mediático con nosotros, entonces muchas de las mujeres que participamos nos tuvimos que volver tiktoker, subir a Facebook, para contar lo que está pasando”, cuenta Natalia Machaca, facilitadora respecto de los derechos por el agua y por la tierra.
Ella también participó en la Minga de la Palabra y al respecto contó: “Fue un escucharnos, ver que no estamos solas, que estamos siendo escuchadas por oídos bien importantes y eso nos fortalece, nosotras las mujeres somos el pegamento que la lucha funcione y no se deje estigmatizar”.