Uruguay : Hacia la reconstrucción nacional
Por La Republica (Uruguay) - Tuesday, Mar. 08, 2005 at 2:16 AM

Es posible oír algunas voces que no ocultan su preocupación por la poca profundidad de los cambios que se propone implementar el gobierno progresista.

Se cuestiona el abandono de postulados emblemáticos de la izquierda tradicional, como pueden serlo la nacionalización de la banca, la reforma agraria u otras medidas de corte radical y de clara tendencia socializante que integraban el programa frentista de los años setenta. Tal vez imbuidos del espíritu del mayo francés y del radicalismo de los sesenta que sugería "ser realistas" y "pedir lo imposible" o que preconizaba el advenimiento inminente del Hombre Nuevo, pretenden retomar las viejas banderas.

Parecen no advertir que, casi cuarenta años después, en un mundo globalizado bajo la égida del imperio capitalista, cualquier propuesta enmarcada en aquel espíritu estaría condenada de antemano al fracaso. Es que el modelo económico libremercadista que con ímpetu empezó a imponerse desde los ochenta produjo un retroceso tan marcado en el bienestar social, que la gran tarea de la hora es tratar de desfacer los innumerables entuertos causados por el neoliberalismo.

Los conceptos son relativos y deben amoldarse a la coyuntura. Medidas que hace treinta años se tildaban de tibio reformismo hoy pueden calificarse, sin vacilar, de revolucionarias. Atender la emergencia social, vale decir agotar esfuerzos para rescatar de la indigencia a miles de compatriotas, adquiere hoy ribetes revolucionarios, siempre y cuando --huelga aclararlo-- el asunto no se agote en el mero asistencialismo y la tarea se acompañe de medidas de fondo para promover un desarrollo sostenido que permita generar trabajo genuino; entendiendo por esto puestos laborales no precarios y decorosamente remunerados, desde luego.

La destrucción del aparato productivo y la apuesta a un país de servicios y paraíso fiscal que atrajera capitales golondrina es un dato de la realidad que exige una reparación inmediata. Por eso, no se trata de buscar la construcción del socialismo sino, en el corto plazo, eliminar los elementos del capitalismo salvaje y apostar a revigorizar a una burguesía nacional devaluada, comprometiéndola en la ardua tarea de la reconstrucción del país y de su aparato productivo. Porque no debemos olvidar que el modelo neoliberal y la crisis golpearon no sólo a los asalariados sino también a los empresarios vinculados a la producción. Industriales y productores rurales, así como pequeños empresarios y comerciantes, sufrieron --aunque en menor grado que los asalariados-- los efectos del modelo y sus crisis. Y fueron sus votos --que por norma general iban a los partidos tradicionales-- los que se sumaron para dar la victoria a la izquierda.

El EP-FA-NM no llegó al gobierno mediante promesas de cambios revolucionarios sino porque supo canalizar, encauzar políticamente la protesta y capitalizar el descontento de las capas medias. Prometió cambios factibles y logró que la mayoría del electorado percibiera que su oferta era la que mejor reflejaba sus anhelos, sus modestas pretensiones de llevar una vida más digna. Es, ni más ni menos que la concreción del famoso "frente grande" que Raúl Sendic llamó a construir después de su salida de prisión. Esa acumulación de fuerzas debía necesariamente ser policlasista y debía, por tanto, elaborar un programa que contemplara la nueva composición de sus adherentes.

Como hemos señalado en editoriales anteriores, la población optó una vez más por la fuerza política que ofrecía un cambio real y posible, después de haber visto frustradas sus expectativas por la inoperancia de gobiernos amnésicos. Gobiernos que incumplieron sus promesas y mantuvieron intactos los viejos vicios de la peor politiquería tradicional. *

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