Lo persigue, le dispara por la espalda, lo remata. Lo filman las cámaras de vigilancia que dominan la Ciudad. Sale en los medios, se escucha en la calle, es tema del día. Acaba de asesinar a sangre fría a un pibe más, de esos que el discurso oficial presenta como desechables.
Lo recibe el Presidente. Lo visita la Ministra. Le agradecen “los servicios prestados”. Le aseguran que no lo dejarán sólo. Lo presentan como ejemplo en las fotos que publican en sus redes sociales. Se habla de la reforma del Código Penal, para, entre otras cosas, brindarles impunidad a las fuerzas de seguridad. Nuevo nombre, y escuela, del crimen policial: “Doctrina Chocobar”.
El martes, Luis Oscar Chocobar volvió a funciones. Un mensaje a las fuerzas, y a la sociedad. Un aval nacional a la violencia policial. “Gatillo fácil es política estatal” denuncian las familias, amigos/as, organizaciones populares, que se juntan para llevar adelante la difícil tarea de lograr que los responsables políticos y materiales de los asesinatos, hostigamientos, torturas, lleguen a juicio oral y público, y sean condenados. Pero la batalla no es sólo en la justicia, donde, sabemos, el terreno siempre está inclinado para el lado de uniforme. La disputa también es contra el olvido. De los pibes y pibas que se transforman en “casos” con el correr del tiempo. Uno cada 23 horas en la gestión macrista, según la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI).
Hace pocos días, el prefecto Pablo Brítez asesinó a Christopher Bocha Rego, en Parque de los Patricios. El Bocha no paró en un control. Había olvidado los papeles de la camioneta que había comprado hacía pocos días. Trabajaba con su vehículo. Creyó, seguramente, que sería mejor esquivar el control que arriesgarse a que se la saquen; quizá haya pensado que iba a tener que pagar una coima para evitarlo. Pero no. Las fuerzas de seguridad tienen como modalidad primero disparar y después preguntar. Dispararon, hasta que lo hicieron chocar con autos estacionados. Se acercaron, buscaron las vainas. Eran ocho. Se fueron. Bocha para entonces ya estaba muerto producto de las balas policiales.
La “doctrina Chocobar” funciona como escuela de las fuerzas que replican este accionar. Compartimos sólo algunas situaciones posteriores a la reunión entre el policía y el presidente, que figuran en los registros de CORREPI: el 26 de enero se registró el fusilamiento de un joven en Córdoba, en el Barrio Argüello, en manos de un policía que le disparó bajo el pretexto de que el joven estaba queriendo ingresar a robar a una vivienda; el 1 de febrero, el policía Rubén Darío García, de la policía vial de Quilmes, baleó a su ex novia, de 19 años, frente a la comisaría de la mujer de Florencio Varela, cuando ella se dirigía a realizarle una denuncia por violencia de género; el 3 de febrero, un policía de la Ciudad de la Comisaría 28 de Barracas asesinó a un pibe de 19 años, que supuestamente lo había interceptado junto con otros jóvenes que bajaron de un auto para robarle sus pertenencias, en la zona de Quilmes Oeste. La UFI 4 de Quilmes catalogó el hecho como “homicidio en ocasión de robo” y dejó en libertad al policía hasta que se realicen las pericias.
Es imposible conocer todas las causas. Quizá nos resuenen más algunos como Facundo Ferreyra, de 12 años, perseguido y asesinado por la espalda, en Tucumán, por los policías Nicolás González Montes de Oca y Mauro Gabriel Díaz Cáceres .
Ante la escuela de la muerte que gestionan y promocionan quienes gobiernan, las familias se organizan, se encuentran, se abrazan, se dicen que siempre van a estar acompañándose, no sólo en momentos mediáticos. Porque saben del camino largo. Sienten las mismas pérdidas, se reconocen desde el dolor y se encuentran en la acción. Que es colectiva y en manada.
El próximo 27 de agosto se realizará la marcha nacional contra el gatillo fácil y la represión estatal. En las distintas ciudades hay diversas convocatorias. En la Ciudad de Buenos Aires será a las 16:00 hs. de Congreso a Plaza de Mayo. La consigna que se gritará en todo el país será: Ni un pibe menos. Ni una piba menos. Ni una bala más. El Estado es responsable.
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