La corrupción M no es corrupción

Finalmente el Gobierno nacional decidió impulsar la anulación de los pestilentes contratos de concesión de las autopistas de ingreso a la Capital Federal firmados durante el gobierno de Mauricio Macri. Fueron tantas, y tan descomunales, las irregularidades y las cláusulas lesivas para el Estado y los usuarios que no cabía otra opción.

Ex presidente Mauricio Macri y ex ministro de Trasporte Guillermo Dietrich.

Ahora bien, llama poderosamente la atención que en ninguno de los medios de comunicación que informaron sobre el tema se haya utilizado la palabra “corrupción” para referirse a este negociado. Eso es esperable, desde luego, en la prensa de derecha aliada al macrismo, pero no en aquélla que dice ubicarse en la vereda de enfrente, expresa líneas editoriales progresistas y hasta simpatías con el actual gobierno nacional.

Consterna ver cómo el término “corrupción” fue cooptado por la derecha, local e internacional, para ser usado como ariete contra gobiernos y dirigentes populares que se oponen al dogma neoliberal. La política exterior norteamericana ha hecho de la corrupción su caballito de batalla para justificar intervenciones directas o indirectas en los asuntos internos de los países de todo el mundo, con especial énfasis en su patio trasero latinoamericano. Los grandes medios de comunicación made in USA y sus cuasi filiales de esta parte del continente han realizado aportes decisivos en la manipulación de esta palabra, cuya invocación sirvió para voltear al gobierno de Dilma Rousseff y encarcelar a Lula da Silva en Brasil, por citar solo el caso más obsceno.

En Argentina también tenemos ejemplos a manos llenas. La “corrupción” fue el combustible que alimentó el lawfare -la guerra judicial y mediática contra los adversarios de la derecha- cuyos blancos principales fueron dos mujeres: Cristina Kirchner y Milagro Sala. (Evitar, por favor, todo comentario suspicaz sobre el capitalismo patriarcal y esas cosas).

En nombre de la corrupción se fraguaron infinidad de causas judiciales viciadas (dólar futuro, bolsos con dinero, Plan Qunita, Memorándum con Irán, obra pública, etc.) y un fiscal llenó de pozos la Patagonia austral. A pesar de eso nunca pudo encontrarse la famosa “ruta del dinero K” y sí la “ruta del dinero M” que, sugestivamente, los jueces nunca siguieron (Panamá y Pandora papers, blanqueo de familiares y amigos, parques eólicos, fajos de billetes de EEUU al bolso de López, incendio de Iron Mountain, etc.).

El caso de las autopistas estuvo entre los más escandalosos del cuatrienio macrista porque los perjuicios pudieron probarse, como también la venta de acciones del expresidente tras decretar aumentos en los peajes, o la participación “en ambos lados del mostrador” de operadores que firmaban por el Estado y antes habían trabajado para las empresas. La sola extensión de la concesión hasta 2030 en forma directa y sin licitación exime de mayores comentarios.

Sin embargo está decretado que eso no es corrupción. El “periodismo de guerra” terminó imponiendo la letra K al lado de aquella palabra y quedó grabado a fuego en la mente de millones de argentinos. Lamentablemente también en la de muchos periodistas que ni siquiera militan para la derecha.


Fuente: https://www.laarena.com.ar/opinion/la-corrupcion-m-no-es-corrupcion-20229160530

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