Concretada la elección legislativa de medio turno (2019-2023) pueden destacarse varias cuestiones para el análisis de la coyuntura en la Argentina. En primer lugar, hay que constatar que se consolidan dos coaliciones en la disputa del gobierno, ambas emergentes luego de la crisis política del 2001. Una liderada por el kirchnerismo, ahora en el gobierno bajo el lema Frente de Todos. La otra, encabezada por el macrismo bajo el lema Juntos por el Cambio. En una y otra coalición están contenidas fracciones de la tradición política hegemónica de la Argentina bajo gobiernos constitucionales: radicalismo y peronismo. El radicalismo oficial, la mayoría de esa histórica identidad está subordinada a la hegemonía macrista, del mismo modo que el peronismo oficial lo está respecto del kirchnerismo.
Ambas coaliciones, la novedad del Siglo XXI, colectan el 70% de las opciones electorales. Para completar el cuadro de la representación electoral puede indicarse a la izquierda con un 6% en el orden nacional, y a la ultra derecha liberal con un 5%. Allí se concentran las principales opciones legislativas, a las que pueden sumarse expresiones provinciales con mayor o menor sintonía con las coaliciones hegemónicas. Puede pensarse en la ausencia de un proyecto que entusiasme a una mayoría social y que apunte a resolver la cotidianeidad que la “política” no resuelve, sea la inflación, los ingresos, el empleo, la seguridad, la salud o la educación entre muchas demandas sociales. Junto al resultado electoral se puede concluir que existe la necesidad de alumbrar un nuevo proyecto político popular por la emancipación social.
Un segundo dato a considerar remite al ausentismo, más de 10 millones de empadronados que no se presentaron a votar, siendo el voto obligatorio. En condiciones de votar estaban 34,4 millones de personas y se presentaron a ejercer el derecho al voto unos 24,4 millones de personas. A los ausentes podría sumarse a los votaron en blanco o impugnados que suman más de 1,1 millón de personas. Entre ausentes, blancos e impugnados convive buena parte del rechazo a la representación política como solución a los problemas de la vida cotidiana. Las instituciones de la política no están resolviendo asuntos que se agravan con el paso de los gobiernos, entre ellos la pobreza, el desempleo y la creciente precariedad. Por eso afirmamos que existe un fuerte descontento y rechazo a las propuestas políticas que definen la mayoría de las opciones electorales, incluso, mucho se vota por la negativa. No se asiste a votar por desconformidad y se vota también “en contra” y no tanto adhiriendo al rumbo de la opción elegida.
En este sentido, existe un debate sobre el contenido del voto, que no expresa necesariamente convergencia entre la identidad de las opciones electorales y el imaginario del votante. No todos los votantes de Juntos por el Cambio o por los ultra-liberales suponen identidad con postulados ideológicos a la derecha del arco político. Puede ocurrir lo mismo por izquierda o con la opción por el Frente de Todos para frenar a la derecha. Podemos pensar en identidades lábiles que permiten pensar en un espacio liberado para la construcción de una alternativa política que entusiasme a una mayoría suficiente para la disputa del gobierno y del poder. Pensamos en una propuesta que contenga la diversidad de la izquierda social, cultural, política, que anida por fuera de los partidos, parte de la cual opta por el “mal menor” u ocupa el espacio de los desconformes, críticos de la política en general.
Más allá de cualquier consideración, la realidad de la elevada inflación y el condicionante del endeudamiento negociado con el FMI, pasa a ser la agenda del debate político. No todo salió como la oposición macrista imaginaba, pese a los 8 puntos de diferencia en el ámbito nacional, la falta de quorum propio del oficialismo en el Senado y el acercamiento en legisladores a la primera minoría del oficialismo en Diputados, por lo que la disputa por el 2023 está abierta. La negociación entre las coaliciones continuará, sobre la Justicia y los espacios en los poderes del Estado, con acuerdo macro sobre la negociación con el FMI, la que vendrá con ajuste y reformas estructurales, demandadas por el capital, los inversores internacionales y locales. El privilegio en la rentabilidad preside la lógica capitalista y lo que disputan es el gobierno del régimen del capital local. La realidad del ajuste seguirá promoviendo descontento, que necesita canalizarse con una propuesta alternativa para la transformación social.
El interrogante no está tanto en el sistema político y su representación legislativa, sino en la capacidad de organización social y lucha para habilitar las demandas socioeconómicas, políticas y culturales de una sociedad que sufre las consecuencias de una cotidianeidad de precios elevados, de fuertes condicionantes por el endeudamiento y la inseguridad asociada al avance del delito controlado por mafias asociados al poder real. La respuesta a los problemas de la Argentina sigue estando en la capacidad soberana, auto-gestada desde los territorios, y una fuerte tradición de organización y lucha social, solidaria, que pueda instalar un imaginario en contra y más allá del individualismo, la ganancia y la acumulación privada. Será la propia sociedad la que genere un horizonte de expectativa esperanzada en el ámbito político local en tiempos de incertezas e incertidumbres civilizatorias por la expansión de la explotación y el saqueo de los bienes comunes con impactos desastrosos sobre las condiciones de vida social y natural. Bajo esas condiciones podrá emerger una propuesta en disposición de disputa también en el ámbito electoral para entusiasmar a nuevas generaciones en lucha por procesos transformadores que privilegien la satisfacción de necesidades sociales y respeto a la naturaleza.
Buenos Aires, 15 de noviembre de 2021