A propósito del nombramiento de Sergio Massa.
Al borde de un estallido el gobierno rompió con la inacción y dio un golpe de timón. Reconfiguró las alianzas al interior del FdT y entronizó a Sergio Massa como la figura central del gobierno buscando cerrar el vacío de poder existente.
Vacío de poder es un concepto -“Power vacuum” en inglés- que es utilizado en las caracterizaciones políticas para indicar ausencia de gobierno. Este vacío puede ocurrir por distintas razones, entre ellas el debilitamiento del poder central y su capacidad de orden y mando. En un régimen presidencialista como el nuestro ese debilitamiento se verifica en la figura presidencial.
La política no soporta el vacío
Este aforismo bien puede aplicarse desde que el FdT perdiera las elecciones de medio término pero se acrecentó con la corrida cambiaria, comenzada a principios de junio, y de precios luego de la renuncia de Guzmán. Desde ese momento y en forma creciente la impotencia del gobierno ya no para superar la crisis sino al menos para administrarla, alimentaba la sensación de vacío de poder que se extendía por la sociedad. La teoría dice que cuando la autoridad que expresa ese poder se desdibuja, grupos o personajes que hasta ese momento estaban subordinados tienden a ocupar ese espacio vacío.
Es lo que ha pasado con el nombramiento de Sergio Massa como nuevo ministro de Economía, con el aval del conjunto del FdT. Este abandonó su cómoda situación en la presidencia de la Cámara de Diputados -segunda figura en la sucesión presidencial en caso de acefalía- por apostar a su proyección política, para la que viene preparándose desde hace tiempo, es un tiempiesta capaz de reconocer el momento justo. Debe recordarse que solo un mes atrás sus pretensiones de ocupar un cargo ejecutivo habían sido vetadas por CFK, que ahora aprobó su nombramiento. Según declaraciones oficiales se trataría de un intento de darle mayor dinamismo y presencia política a un gobierno paralizado por las disputas internas. Sin embargo hay otros indicios: fue la presión de los gobernadores, de los “gordos” sindicales y de los barones del conurbano bonaerense –lo más rancio del peronismo tradicional- por el miedo, que no es sonso, a una crisis institucional que se llevara por delante al gobierno, lo que precipitó esta decisión.
Su nombramiento –más que un súper ministro es un ministerio de Economía que recupera antiguas funciones- rompe con dos décadas, iniciadas por Néstor Kirchner y continuadas por Mauricio Macri, de un ministerio fragmentado. Con el agregado en los últimos dos años que sus principales secretarias fueron loteadas, repartiendo cargos según cada una de las fuerzas dominantes en el FdT, lo que dificultaba, cuando no obstruía, la toma de decisiones.
Disputa por el liderazgo
Una reorganización de los ministerios, enroques de algunas figuras, desplazamiento de otras y nombramientos que acompañaran al nuevo y poderoso ministro dan una imagen de reconfiguración del gobierno, que es también una suerte de metamorfosis del FdT.
La coalición nació con un objetivo electoral sin ninguna perspectiva estratégica que fuera más allá de enfrentar al neoliberalismo. Estas limitaciones están en la base de las tensiones internas: hasta ahora el “cristinismo” compartía con el “albertismo” una determinada visión de las relaciones internacionales; la actividad reguladora del Estado y el asistencialismo (aunque discrepaban en su intensidad). Esta visión no es totalmente compartida por el “massismo”, claramente es otra su perspectiva de alianzas internacionales y su mirada es mucho más promercado (sin llegar a la del macrismo), sin embargo comparte con el “cristinismo” la necesidad de un mayor ejercicio de poder, contrapuesto al poder blando del “albertismo”. Las tres fracciones compartían y comparten que en las actuales condiciones las probabilidades de una derrota electoral en 2023 eran muy altas.
Esos posicionamientos implicaban también un orden jerárquico al interior de la coalición gobernante: cristinismo, albertismo, massismo era el orden secuencial. Este orden se alteró ahora por la necesidad, cuando la disruptiva renuncia de Guzmán dejó al descubierto la ausencia de un Plan “B”. El nuevo orden muestra al massismo en la pole posición, un albertismo totalmente devaluado y un cristinismo que quedó expuesto a la comprobación que salvo algunas iniciativas no tiene un programa propio para la coyuntura.
El saldo es una figura presidencial propia de un régimen parlamentario europeo y un ministro empoderado que se deberá mover en un régimen presidencialista. La otra pata de la tríada parece por ahora haberse quedado sin alternativas.
Ocupar el vacío o solo administrarlo
Las razones de este giro a derecha – un acto de real politik- tanto en economía como en política, no se explican solo por la búsqueda de respuestas a la crisis y una gestión más eficiente. Tiene un fuerte condimento político: frenar a la derecha sesgándose más a derecha. Se entiende así que lo que está en discusión son las perspectivas electorales futuras, la candidatura presidencial e incluso el liderazgo en el peronismo.
Sergio Massa está ahora en el centro de este nuevo escenario. El debate que subyace es si se dedicará a administrar el vacío de poder o bien a ocuparlo, con las posibilidades políticas que de eso se desprenden. Su ambición de poder se complementó con una fuerte voluntad política para ubicarse como una “solución” en economía, para la que sus múltiples contactos con empresarios locales e internacionales, con la embajada de EEUU, el Departamento de Estado norteamericano y los organismos internacionales, no son un dato menor.
Al cierre de esta nota, domingo al atardecer, no se conocen aún los nombramientos pendiente que conformaran el nuevo equipo económico (se darán a conocer entre lunes y martes) ni las medidas económicas urgentes que propondrán (se conocerán recién el miércoles).
De todas formas no es errado pensar que el acuerdo con el FMI sigue siendo rector. En lo inmediato deberá recomponer reservas en el Banco Central y frenar la corrida bancaria a la par que cortar la inercia inflacionaria. Mientras, la inflación viene adelantando el ajuste que por ahora se complementa con el aumento en curso de tarifas de gas, electricidad y transporte.
Si Sergio Massa sale ganancioso de esta encrucijada será el poderoso Cavallo de los tiempos de Menen, se le abrirán entonces las perspectivas electorales y de liderazgo en el peronismo. Por el contrario si derrapa, como sus antecesores inmediatos, será el debilitado Cavallo de De la Rúa y podría ver acabada su carrera política.
Por ahora los “mercados”, ayudados por la fuerte suba de las tasas de interés de referencia, parecen otorgarle un período de gracia, al menos hasta que se conozcan las nuevas medidas. La contrapartida será si habrá reacción social a lo que se viene. ¿Se consolidará el sendero unitario que comenzaron a trazar los movimientos más combativos y sectores oficialistas o estos se subordinarán una vez más a un gobierno cada vez más a derecha?
Tal vez más rápido de lo pensado tengamos respuestas.
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI –Economistas de Izquierda-
31.07.2022