Tras dos años del inicio de la pandemia de la Covid-19, los efectos de varias crisis internacionales inciden de forma muy adversa en la recuperación del mercado de trabajo a escala mundial, señala la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que registra un déficit de 112 millones de empleos a tiempo completo.
Por Eduardo Camin.
La novena edición del Observatorio de la OIT sobre el mundo del Trabajo pone de manifiesto que, pese a los sustanciales avances registrados en el último trimestre de 2021, la cantidad de horas de trabajo a escala mundial se redujo en el primer trimestre de 2022, hasta situarse un 3,8 por ciento por debajo del nivel de referencia, correspondiente al que existía antes de la crisis (cuarto trimestre de 2019). Estos datos ponen de relieve una notable disminución de las cifras que publicó la OIT en enero de 2022.
Nuevas crisis internacionales, mutuamente relacionadas, en particular las provocadas por la inflación (sobre todo por los precios de la energía y de los alimentos), la inestabilidad financiera, las posibles dificultades por endeudamiento y la interrupción de la cadena de suministro mundial, exacerbada por el conflicto bélico en Ucrania, han aumentado el riesgo de que la cantidad de horas de trabajo en 2022 siga viéndose afectada adversamente, y de que ello repercuta en los mercados de trabajo a escala mundial en los próximos meses.
El informe también destaca que la recuperación sigue estando determinada por una gran disparidad, cada vez mayor, entre las economías más ricas y las más pobres. Pese a que en los países de altos ingresos se registró una recuperación de la cantidad de horas de trabajo, en las economías de ingresos bajos y medianos bajos se produjo un retroceso en el primer trimestre del año, con una brecha del 3,6 y del 5,7 por ciento, respectivamente, respecto a la situación previa a la crisis.
Cabe esperar que esa disparidad siga aumentando en el segundo trimestre de 2022. En algunos países en desarrollo, los gobiernos se ven cada vez más condicionados por la falta de margen fiscal y las dificultades en materia de sostenibilidad de la deuda, al tiempo que las empresas hacen frente a incertidumbres en los planos económico y financiero y los trabajadores siguen sin tener suficiente acceso a la protección social.
Más de dos años después del comienzo de la pandemia, muchas personas siguen padeciendo los efectos de la actual coyuntura de los mercados de trabajo.
– La mayor parte de los trabajadores aún no han recuperado sus ingresos por trabajo. En 2021, tres de cada cinco trabajadores vivían en países en los que los ingresos por trabajo no habían alcanzado aún el nivel que tenían en el cuarto trimestre de 2019.
– La brecha de género con respecto a la cantidad de horas de trabajo también se amplió a raíz de la pandemia. En el primer trimestre de 2022, dicha brecha de género a escala mundial era 0,7 puntos porcentuales mayor que el nivel de referencia correspondiente a la situación antes de la crisis (cuarto trimestre de 2019), en la que ya existía una gran brecha de género. Las mujeres con empleo informal han sido las más afectadas. Con respecto al nivel de ingresos, el mayor aumento de la brecha de género se ha registrado en los países de ingresos bajos o medianos.
– El gran aumento de las ofertas de empleo disponible en las economías avanzadas a finales de 2021 y comienzos de 2022 ha alterado la situación de los mercados de trabajo, a raíz del número cada vez mayor de empleo disponible en relación con los solicitantes de empleo. No obstante, no existen indicios fehacientes, por lo general, de que no se pueda satisfacer la demanda de empleo en los mercados de trabajo, habida cuenta de la considerable reserva de mano de obra desempleada o infrautilizada en muchos países.
– Debido a la interrupción de la producción y del comercio que ha exacerbado la crisis de Ucrania, el aumento del precio de los alimentos y de los productos esenciales incide de forma adversa en los hogares en situación de pobreza, así como en las pequeñas empresas, en particular las que desarrollan su labor en la economía informal.
Recuperación centrada en las personas
“La recuperación del mercado de trabajo a escala mundial ha invertido su tendencia favorable. La suma de los efectos de varias crisis mutuamente relacionadas ha hecho que la recuperación frágil y desigual que se estaba produciendo sea actualmente más incierta. Los efectos en los trabajadores y sus familias, en particular en los países en desarrollo, van a ser devastadores y podrían repercutir de forma muy adversa en los planos sociales y políticos”, manifestó Guy Ryder, Director General de la OIT.
“Hoy es más necesario que nunca que colaboremos y hagamos hincapié en fomentar una recuperación centrada en las personas”, añadió.
En el informe se enumera un conjunto de medidas cuya aplicación se recomienda en el futuro, en consonancia con el Llamamiento mundial a la acción de la OIT para promover una recuperación centrada en las personas y el Acelerador mundial para el empleo y la protección social , iniciativa de la ONU que coordina la OIT.
Estas medidas abarcan, en particular:
– La prestación de apoyo oportuno y eficaz para mantener el poder adquisitivo de los ingresos por trabajo y el nivel de vida general de los trabajadores y su familia.
– La necesidad acuciante de promover el diálogo tripartito para propiciar ajustes salariales adecuados y justos, en particular en relación con el salario mínimo, el fortalecimiento de los sistemas de protección social y el apoyo a los ingresos, así como la provisión de medidas de seguridad alimentaria, en su caso.
– El adecuado ajuste de las políticas macroeconómicas, con objeto de abordar las dificultades relacionadas con la inflación y la sostenibilidad de la deuda, al tiempo que se fomenta una recuperación inclusiva basada en el empleo.
– La prestación de asistencia a los grupos y sectores más afectados, en particular los trabajadores vulnerables y los que se encuentran en la fase de transición de la economía informal a la formal.
– La formulación de políticas sectoriales adecuadas a largo plazo que permitan promover la creación de empleo decente y “verde” , fomentar la sostenibilidad y la inclusión y ayudar a las empresas, en particular las microempresas y las pequeñas y medianas empresas (MIPYME).
Diagnósticos correctos, tratamiento equivocado
Se habla mucho, pero en realidad se hace muy poco. La realidad es que muchos gobiernos se encuentran atados de manos “por condicionantes externos” mientras que otros no quieren poner remedio a la desigual distribución de la riqueza y hay un tercer grupo de países que creen a ciegas en el “fundamentalismo del mercado”. Es probable que estas tendencias divergentes se agraven en el segundo trimestre de 2022.
Impulsadas por la fuerte demanda de trabajadores, se prevé que las horas trabajadas en los países de ingreso alto sigan aumentando en el trimestre actual. Por el contrario, en dicho trimestre los países de ingreso bajo y mediano experimentarían un estancamiento y una disminución de las horas trabajadas.
Por otra parte la lucha contra la inflación aparece como un desafío urgente. Las políticas macroeconómicas -destacan los economistas neoliberales- deben ajustarse cuidadosamente. Al mismo tiempo, se prevé que los mercados emergentes y los países en desarrollo tendrán el viento en contra a causa del endurecimiento de la política monetaria en las economías avanzadas, lo que exigirá una gestión prudente de los flujos financieros.
Para promover la recuperación a más largo plazo, destacan algunos expertos, se necesitan políticas sectoriales bien diseñadas que promuevan la creación de puestos de trabajo de calidad, y que además procuren la formalización, la sostenibilidad y la inclusión.
Para contribuir a la “resiliencia” (un término de moda) de un mercado laboral justo, estas iniciativas deben ir acompañadas de instituciones del mercado de trabajo, negociación colectiva y diálogo social sólidos que respeten las normas internacionales del trabajo: tendrán que desempeñar un papel fundamental a la hora de garantizar el dominio del riesgo inflacionario y, al mismo tiempo, evitar las injusticias sociales.
La OIT insiste en una estrategia integral para garantizar la protección social tan necesaria (incluidas las medidas relacionadas con la salud) y promover la creación de empleos de calidad para fomentar transiciones justas puede ser muy determinante.
En este sentido, el Acelerador Mundial del Empleo y la Protección Social para una Transición Justa, con su objetivo de crear al menos 400 millones de puestos de trabajo para 2030, principalmente en la economía verde, digital y de los cuidados, y de hacer extensivo un nivel mínimo de protección social a más de cuatro mil millones de personas (se dice rápido) que actualmente no están cubiertas, es una iniciativa importante.
Pero la realidad, no está en el diagnóstico ni en las recomendaciones, sino en el tratamiento. El mercado laboral a escala mundial ofrece un panorama desolador y el desarrollo de formas de vida alternativas se encuentra sometido a un ataque despiadado. La generación de empleo bien remunerados en las últimas tres décadas – sin Covid 19 – ha sido débil y se concentró en la escala superior de las empresas .
En contraste, la mayor parte de los nuevos puestos de trabajo perciben bajos salarios y las clases medias han sido comprimidas. De esta forma, la incertidumbre que rodea los empleos mal remunerados se ha transformado en un mal crónico.
A pesar de la productividad (cuando crece la torta) las remuneraciones de los trabajadores se han mantenido estancadas. Los gobiernos y los poderes establecidos bajo la óptica del Fondo Monetario Internacional (FMI) impusieron con sus planes de ajuste, a partir de la segunda mitad de los años setenta, al abandono de las metas de pleno empleo, tributación progresiva y servicios de salud y educación de buena calidad para la mayoría de la población.
Esos objetivos –ignorados por los informes– fueron reemplazados por un nuevo paradigma económico enmarcados en la estabilidad de precios, el balance presupuestal y la idea de que el mercado sería capaz de proporcionar crecimiento económicos y empleos suficientes para la población.
La llamada globalización de corte neoliberal no ha sido más que el resultado de colocar las masas de trabajadores en un plano de competencia a escala mundial. La deslocalización de instalaciones industriales, la fragmentación de procesos productivos para crear maquiladoras y el castigo aplicado a la protesta sindical en el plano institucional y judicial marcan claramente la evolución del mal llamado mercado de trabajo.
La contrapartida de todo este proceso de degradación y destrucción de formas de vida alternativas es la expansión y dominio del capital financiero. El uso general del lenguaje utilizado en los informes consiste en transponer ciertos discursos en realidades artificiales.
Hace ya mucho tiempo, que la dialéctica y el razonamiento de muchos de las cumbres internacionales se han convertido en un abuso del lenguaje. La realidad es que los trabajadores se enfrentan cada vez a la perspectiva de un deterioro de las finanzas personales en el contexto de un crecimiento económico más débil y un retraso en la recuperación de la crisis.
Es posible que en los próximos meses no traigan mucho alivio, dado la enorme incertidumbre que está creando el conflicto en Ucrania con respeto a los precios de los productos básicos. Los signos de nuestro tiempo entre promesas y mentiras se deslizan en una incertidumbre aún mayor, respecto al conflicto con Ucrania, aparentemente hoy llegamos a donde nadie quería; y la paradoja es grande.
A pesar de tener toda la capacidad intelectual, los medios y mecanismos para establecer condiciones generadoras de paz, Europa da la impresión de que ha salido de la historia. Este dramático contraste entre la teoría y la práctica entre el derecho y la vida cotidiana, están muy alejado de la realidad de los informes.
Eduardo Camin es Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)