Este domingo 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, asumió en Argentina el nuevo presidente ultraderechista Javier Milei. Neoliberal en lo económico, reaccionario en lo político y acompañado por su vicepresidenta, la activista pro-genocida Victoria Villarruel, prometió un ajuste brutal y una aceleración inflacionaria en un discurso cargado de datos falsos y ante el aplauso entusiasmado de sus seguidores.
Fotos: Nicolás Solo ((i)). Texto: Indymedia Trabajadoras/es.
Ante una discreta asistencia -esperaban un millón y los cálculos más optimistas hablan de unas 20 mil personas- el nuevo presidente de todas y todos los argentinos le habló sólo a los suyos, “los argentinos de bien”, una categoría que no termina de aclararse pero que aparentemente contiene al ex presidente Mauricio Macri, el calabrés, y al nuevo ministro Luis Caputo.
En un discurso lleno de falacias, o fakes, para usar un término asociado a uno de los referentes de Milei, Donald Trump, el nuevo mandatario no usó su gran muletilla: “casta”.
En cambio, prometió un brutal ajuste y aseguró que lo realizará en el Estado, a diferencia de lo que decía en campaña, cuando hablaba de que “la motosierra” caería sobre el gasto de los políticos.
Los principales gastos del Estado son las jubilaciones, los servicios sociales -salud, educación, ciencia, cultura, vivienda-, los subsidios -como el transporte, la energía- y beneficios y exenciones para las empresas.
En este sentido, entre las primeras medidas del nuevo gobierno viene un congelamiento de jubilaciones mientras se habla de una disparada inflacionaria de 400% para el 2024, y el congelamiento de la obra pública que ya disparó una ola de despidos.
Además, el nuevo gobierno ya anunció antes de asumir que renuncia a todo control del Estado a los precios y los abusos empresarios -esto es, el tenue control que hay se esfuma y la ley del más fuerte se termina de imponer sin atenuantes- con la disolución de la Secretaría de Comercio entre otras medidas de demolición de los controles estatales, algo que continúa la tarea ya iniciada por la gestión Macri en 2015-2019.
En el Día Internacional de los Derechos Humanos y a 40 años del fin de la última dictadura, otra de las palabras que faltó en el discurso fue “democracia”.
No es vano se trata de un personaje que citó al Almirante “Cero” Massera en campaña, minimizando el Terrorismo de Estado con sus mismas palabras: “excesos”. Con cara de piedra por el corralito político a la que la está sometiendo el nuevo presidente, lo acompañó en su asunción la vicepresidenta Victoria Villarruel, un cuadro de los genocidas que busca su impunidad y la revancha en, desde la concepción de esos decrépitos militares en todo sentido, la supuesta “guerra” que nunca acabó y que en su imaginación siguen peleando. Está claro que desean que la continuidad de esa “guerra” salga del ámbito imaginario.
Tanto entre los aplaudidores ante el Congreso como en el nuevo gobierno hay también elementos ultrapatriarcales, fundamentalistas cristianos, reaccionarios de distintos nichos… cada cual buscará avanzar con sus propias reivindicaciones políticas y simbólicas, tras décadas de mascullar rabia ante cada nuevo derecho conquistado: el matrimonio igualitario, el aborto legal y otras insoportables afrentas.
Pero lo más importante en el nuevo gobierno es el saqueo: ese es el dato que explica, junto con la continuidad de su impunidad judicial, la entusiasta colaboración del macrismo, que le brindó sus mejores cuadros -no es mucho decir- como los timberos y estafadores Luis Caputo y Federico Sturzenegger, o la veterana oportunista y represora Patricia Bullrich. Se cuentan entre esas filas también designados referentes del ala derecha del pan-peronismo, entre otras aves rapaces.
Se abre una etapa oscura en la historia argentina: llena de incógnitas, pero la mayoría de esas preguntas aún sin resolver tienen que ver con la intensidad del daño que serán capaces de cometer hasta que se consolide una respuesta popular.
Nos lo preguntamos nosotros y se lo preguntan ellos también, por eso intentarán saquear el país, sus bienes comunes y sus empresas estatales, lo más rápido posible.
La batería de medidas que se perfilan, algunas anunciadas y otras aún esbozadas, están todas en la línea de la misma ortodoxia económica neoliberal que ya aplicaron los ciclos neoliberales anteriores, el de Menem-De La Rúa y Macri, que confluyen indefectiblemente en una misma espiral de ajuste y una nueva crisis brutal, de la mano del Fondo Monetario Internacional y su mandante, los Estados Unidos.