La deuda pública nacional es una vez más la piedra angular de todo intento de reestructuración progresiva de nuestra economía. Clausurada por el gobierno la alternativa de suspender los pagos e investigarla antes de cualquier nueva erogación, solo le queda un nuevo acuerdo con el FMI, en un contexto en el que estaría despuntando un cambio en la situación regional en la que Estados Unidos busca recuperar espacios. Puede entonces arriesgarse alguna hipótesis de análisis.
El marco general
Nuestra región, fragmentada y sometida a la presión de la doble dependencia, de EEUU y de China, vive un momento que -precedido por insurrecciones y revueltas populares en Chile, Colombia, Ecuador, Haití, Bolivia- muestra derrotas electorales de las derechas conservadoras -lo que no implica el fin de la fase neoliberal– y el retorno de gobiernos de centro o neodesarrollistas (ahora llamados progresismos moderados o de baja intensidad): Argentina, México, Bolivia, Perú. Estos conviven con gobiernos derechistas en Brasil, Ecuador, Colombia, Chile, Guatemala. Al mismo tiempo que hay expectativas por las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo este año en Chile y el año próximo en Colombia y Brasil.
La derecha conservadora está en retroceso, pero no tiene ninguna perspectiva de salida para la crisis regional. Por el contrario la crisis cubana está provocando una recomposición entre países que tienden a diferenciarse del neoliberalismo conservador. La creciente actividad del presidente mexicano Andrés López Obrador, relanzando un discurso integracionista, colocándose a la avanzada en la ruptura del bloqueo y en la solidaridad con Cuba; siendo sede del diálogo venezolano, es una muestra. Los gobiernos de Perú y Argentina acompañaron las denuncias contra el bloqueo y sumaron sus voces por una nueva organización regional sin la injerencia de EEUU ni Canadá. El agotamiento de la OEA, el desdibujamiento del Grupo de Lima y de la Alianza para el Pacífico, parecieran entonces dar lugar a un renacimiento de la CELAC. Obviamente todo esto está en proceso y puede desarrollarse o no.
Desandando el camino
El retroceso de la presencia norteamericana en América Latina fue tema central en la última reunión de cancilleres del Mercosur. Retroceso producto de las políticas ejecutadas por la administración Trump y que ahora la administración Biden intenta desandar. Es así que en los últimos meses altos funcionarios del gobierno demócrata hicieron giras por la región que incluyeron nuestro país. Primero fue el jefe del Comando Sur Craig S. Faller (hizo una simbólica donación de 3,5 millones de dólares para combatir la pandemia); semanas después arribaron el director senior para el Hemisferio Occidental, Juan González, finalmente el Consejero de Seguridad Jake Sullivan y otros funcionarios de diversas especialidades. De conjunto, forman parte de la estrategia de la nueva administración por recuperar espacios cuya vacante favoreció una mayor presencia de Rusia y China en la región.
La agenda ambiental y la problemática de la seguridad continental (desde la perspectiva del imperio) estuvieron en las conversaciones pero, se sabe, la agenda política internacional de los EEUU gira hoy en torno a China. Su expansión en el mundo y sus avances en la utilización de tecnología de quinta generación (5G) en las redes móviles fueron así el centro de las reuniones.
Pero hay algo más que no está totalmente explicitado. EEUU necesita de un interlocutor en la región, especialmente en el Cono Sur. Argentina se presenta como casi único candidato. El gobierno, o tal vez resulte mejor decir el PJ, es hasta ahora garante de gobernabilidad. Una condición que no abunda en la región.
Geopolítica al palo
Es en el marco de la geopolítica global y regional en el que pueden arriesgarse algunas interpretaciones sobre el curso de las negociaciones con el FMI, que salieron del estancamiento merced al retroceso de la vicepresidenta en relación a la utilización de los DEG y al confirmar que se iba a un acuerdo con el organismo. Entonces ¿el contexto descripto más arriba, abre mejores condiciones para esta negociación? Veamos:
Desde la perspectiva global el capital financiero (fondos de inversión, FMI) no tienen ningún interés en que Argentina caiga en un nuevo default, que podría desatar un encadenamiento de crisis financieras en países que están al borde de las mismas y pondría en el ojo de la tormenta al propio Fondo. Desde la perspectiva regional, si EEUU está realmente pensando en Argentina como interlocutor válido, es de suponer que no debiera tener interés en profundizar la crisis en nuestro país, por el contrario, sí de morigerarla. Si así fuera los dichos del Consejero de Seguridad, acerca de que EEUU “hará lo posible para que las negociaciones salgan adelante” podrían ser algo más que una declaración formal.
Otras “ayudas”
Por esto días circulan informes, de consultoras muy cercanas a Washington, que dan por cierto que el FMI estudia propuestas alternativas a sus clásicos programas de “ayuda” financiera. Esos trabajos indican que finalmente se autorizaría a aquellos países que tienen excedentes de DEG a que los donen o presten a países en dificultades. En nuestro caso, en que el año próximo vencen 20.000 impagables millones de dólares, se dice que el organismo desembolsaría 10.000 millones y otros 10.000 provendrían de un préstamo en DEG (probablemente de Rusia) con lo que la situación de fondo no se resolvería pero sí se aliviaría.
Todo esto ha despertado el entusiasmo en los pasillos ministeriales. ¿Esto será posible o serán simples ilusiones? Y si fuera posible, ¿con qué condicionamientos? Lo único seguro es que todo marcha en la dirección de un acuerdo para después de las elecciones. Mientras la moneda sigue en el aire.
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).