Macri chau

La fórmula Fernández-Fernández se consagró en primera vuelta derrotando a Mauricio Macri. Aunque el oficialismo quedó muy lejos de alcanzar su proclamado objetivo de dar vuelta la elección, logró remontar varios puntos en relación a la derrota que sufrió en las PASO, azuzando el voto antiperonista y estableciendo alianzas con el fundamentalismo religioso, entre otros recursos. Macri deja tras de sí una economía arrasada, un Estado vaciado y una deuda externa ilegítima y descomunal, y ya intenta reconvertirse en líder de la oposición recalcitrante.

Mauricio Macri y Miguel Angel Pichetto en el bunker de Juntos por el Cambio. Foto: Damián Dopacio, NA.

Los resultados

Ambas fórmulas lograron crecer en votos totales por sobre los obtenidos en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), pero Mauricio Macri lo consiguió en mayor medida.

Alberto Fernández, por el Frente de Todos, obtuvo 12.205.938 votos (49,49%) en las PASO, según el escrutinio definitivo. Ahora, según el escrutinio provisorio, logró 12.473.709 (48,10%), es decir, unos 270.000 más.

Por su parte, Mauricio Macri, por Juntos por el Cambio, obtuvo 8.121.689 votos (32,934%) en las PASO. Ahora, según el escrutinio provisorio habría alcanzado 10.470.607 (40,37%), esto es, unos 2.349.000 más, un crecimiento importante que se convirtió en uno de los datos de la jornada.

Entre las explicaciones que pueden señalarse se encuentra que Macri logró movilizar a votantes que desencantados con su pésima gestión, habían votado a terceras fuerzas, en blanco o ni siquiera había asistido a votar en las PASO.

En relación al primer punto, todas las restantes fórmulas que pasaron las PASO perdieron votos. De las cuatro, todo indica que tres de ellas -Roberto Lavagna, Juan José Gómez Centurión y José Luis Espert- trasladaron votos a Macri.

Lavagna perdió 481.608 votos, Centurión 226.655 y Espert 167.773: 876.036 entre los tres.

Por su parte los votos que perdió la restante fuerza, el FITU, unos 162.000, fueron hacia Fernández.

Además, tras la paliza de las PASO, la fórmula Macri-Pichetto viró a un discurso más reaccionario que azuzó todos los odios: fundamentalista religioso, racista, xenófobo, antiperonista, anticomunista y aporafóbico, por citar sólo algunos de los conceptos esbozados en el tramo final de la campaña macrista.

El marketing reaccionario cumplió con su objetivo: movilizar a cientos de miles de votantes que fueron a votar por Macri buscando evitar que el peronismo retorne al poder.

En el mismo sentido, hubo 568 mil votos blancos y nulos menos que en las PASO, siempre según el escrutinio provisorio de la cuestionada empresa Smartmatic, cuyo software nunca pudo ser auditado.

Además, Macri ató alianzas políticas con sectores como las iglesias evangelistas que en la provincia de Santa Fe sustentaron la candidatura de la antiabortista Amalia Granata. De igual manera que Larreta sumó -calladamente- al inefable Luis Barrionuevo a la campaña en Ciudad en el último tramo.

Macri recibiendo una bendición en un rito evangélico en el aeropuerto de Rosario el 23 de octubre.

Finalmente, el macrismo volvió a echar mano de los recursos que denomina “de la vieja política” pero siempre utilizó, y de forma recargada: clientelismo y compra de votos mediante dinero o bienes, desde chapas a electrodomésticos, por una parte, y del liso y llano fraude, como ocurrió con la manipulación de padrones electorales y sobres de votos del exterior abiertos sin presencia de fiscales opositores, por mencionar dos hechos que ya están judicializados.

Capitalizar el voto “gorila”

El voto no peronista en Argentina ronda desde hace décadas el 40%, con un núcleo duro recalcitrante que puede ser efectivamente calificado de antiperonista.

En septiembre de 1973, tras el regreso de Juan Domingo Perón al país, obtuvo un contundente 61,85%. Sin embargo, aún entonces 4 de cada 10 argentinos votó otras expresiones: Ricardo Balbín (UCR) sacó 24,42%, Francisco Manrique (Alianza Popular Federalista, una de las múltiples encarnaciones de la derecha conservadora argentina que se autodenomina “liberal”) tuvo 12,19% y Juan Carlos Coral del trotskista PST obtuvo 1,54%.

Eduardo Angeloz, el candidato radical en 1989, con la economía en caída libre y pleno pico hiperinflacionario ( 78,4% en mayo, 114,5% en junio, y 196,6% en julio) sacó un 37,10% y Álvaro Alzogaray, de la neoliberal Alianza de Centro logró 7,17%.

La performance de la entente UCR – PRO (Cambiemos primero y Juntos por el Cambio después) se parece mucho a la suma de Balbín y Manrique en el 73 y es menor a la suma de Angeloz y Alzogaray en el 89. A pesar del paso del tiempo y el sacudón que supuso el levantamiento popular del 2001 para el sistema político burgués local, las tradiciones políticas profundas persisten mucho más de lo que parece.

La remontada de Macri entre las PASO y las generales del 27 de octubre lo reubican como el principal referente de la derecha antiperonista en la presente etapa, aunque está lejos de serlo de forma indiscutida.

Hace dos años, tras la victoria en las legislativas de 2017, la reelección de Macri era un trámite y Argentina se consolidaba como el núcleo de la contraofensiva neoliberal en el sur de América. La resistencia popular y su propia gestión catastrófica desarmaron rápidamente esa ilusión, y la debacle electoral dejó muchas heridas en Cambiemos, por cuya continuidad más allá de diciembre pocos siguen apostando.

Macri buscará ser el líder de la oposición recalcitrante, por ahora junto con la iluminada Elisa Carrió y otros personajes como la operativa Patricia Bullrich y Miguel Ángel “Micky” Pichetto. Otros ya avisaron que tienen aspiraciones de conducción, como el mendocino Alfredo Cornejo que va al Congreso agitando la reforma laboral.

Diferenciados de esta línea dura estará la oposición “amable” -al menos al principio- que preparan el sector referenciado en Emilio Monzó y también los que tienen gestiones a cargo, como Horacio Rodríguez Larreta, el tercero entre los que se imagina liderando el espacio. Su ex ahijada política, María Eugenia Vidal, también intentará reformularse, aunque su futuro es incierto tras la derrota fulminante por 14 puntos ante Axel Kicillof.

Clark abandonado en una empresa quebrada en La Matanza. Foto: Indymedia Trabajadoras/es

Caos en la economía

Para sustentar sus chances, el gobierno siguió quemando reservas para generar una sensación de estabilidad cambiaria en los últimos días de campaña. Esa ilusión se cortó tan pronto terminó el discurso de Macri: pasada la medianoche, el Banco Central anunció que implementaría un “súper cepo” a la compra de dólares por parte de personas físicas, que pasó a ser de sólo 200 por homebanking y 100 en efectivo.

El 1° de septiembre la entidad había implementado un límite de compra mensual de u$s 10.000. La medida fue resistida hasta último momento por Macri, que había hecho campaña criticando los controles cambiarios del gobierno anterior, y había desregulado todo lo que pudo los controles sobre el flujo de capitales apenas asumió, abriendo las puertas a diversas modalidades de especulación financiera.

A pesar de la restitución de limitaciones a la compra de dólares en septiembre, la fuga de dólares y la caída de reservas no se detuvieron. Desde las PASO las reservas se desplomaron desde 66.000 millones de dólares a 43 en la actualidad. La caída fue de 22.800 millones de dólares.

Aunque la medida es para personas físicas, implicará dificultades adicionales para la economía real. Ya son numerosas las empresas que tienen problemas para realizar operaciones de compra de insumos o pagar deudas en dólares.

Esto es, las que siguen en actividad. En los últimos meses el cierre de empresas, que era de 43 pymes por día en julio pasado según datos oficiales de la AFIP, se aceleró.

Para Mercedes D’Alessandro, de Economía Femini(s)ta, al igual que para muchísimos votantes y dirigentes de la oposición, no fue Macri el único derrotado, sino también y fundamentalmente la política económica de Cambiemos. “El monetarismo también se va”, señaló D’Alessandro en Twitter tras confirmarse la derrota de Macri.

“Cambiemos tiene una gestión económica tan mala que rompió hasta con sus propias ideas teóricas: destruyó el poder adquisitivo del salario al tiempo que aumentó el desempleo. Hizo política monetaria contractiva y duplicó la inflación. Se endeudó casi un PBI y no creció la economía”, describió la economista.

Pero esto que es evidente para algunos, parece no serlo en absoluto para otros.

Cambiemos deja tierra arrasada, con todos los indicadores económicos y sociales en rojo y sin señales de haber alcanzado el piso. Su principal referente abandona el poder sosteniendo un discurso psicótico en el que describe realidades paralelas, según el cual él mismo dirige una cruzada épica por “los valores” y “la república”, sin responsabilidad alguna por las consecuencias de su accionar.

En esto lo acompañan operadores mediáticos y políticos interesados en mantener a resguardo la ideología subyacente, la ortodoxia neoliberal que una vez más habría estado “mal aplicada” o habría sido “saboteada” por la oposición peronista, que muy por el contrario, acompañó a Macri hasta la literal puerta del cementerio. Y algunos al otro lado, como Pichetto.

Todo indica que el nuevo gobierno peronista repetirá, con limitaciones productos de una coyuntura internacional menos favorable que la de la década pasada, el impulso de una serie de políticas neodesarrollistas que frenarán en lo inmediato la destrucción de puestos de trabajo y atacarán las peores consecuencias del modelo, como el hambre y la indigencia, pero dejando a salvo el núcleo neoliberal del modelo tal cual ocurrió durante “la década ganada”.

Si así pasa, y no hay nada en el discurso de los Fernández que apunte a otra cosa, la historia volverá a repetirse en una espiral descendente donde el componente de tragedia se combinará con el grotesco de la farsa sin solución de continuidad. Pero la historia nunca es lineal y los pueblos crean nuevos rumbos en los tiempos y formas más inesperados. Así lo demuestran en nuestra América hoy.

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