Con información hasta el 30 de junio del 2020, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la CEPAL, actualizó el impacto regional de la situación económica, afectada por el receso derivado del COVID-19. [1]
Señala el informe, con base en el Banco Mundial, que “La economía mundial experimentará su mayor caída desde la Segunda Guerra Mundial y el producto interno bruto (PIB) per cápita disminuirá en el 90% de los países, en un proceso sincrónico sin precedentes”.
El dato es en sí mismo muy grave porque afecta al orden mundial emergente en la segunda posguerra, con preminencia del dólar y el poderío ideológico y militar de EEUU.
No se trata de un problema circunstancial, sino y más allá de la disputa con China, como hemos sostenido en varias ocasiones, se constituye en un problema civilizatorio, que trasciende a la economía. No es solo la dominación lo que se discute, sino que la propia supervivencia del planeta y la humanidad está en cuestión por la afectación de la Naturaleza.
Queda claro que, si el tema es global, entonces, la región nuestramericana se ve también afectada, más aún cuando el COVID-19 toma a la región como epicentro.
No solo es Brasil o México los que preocupan, con casi 87.000 y 43.000 fallecidos respectivamente, sino que tomando muertes por millón de habitantes encabeza la lista Perú, seguidos por Chile y recién Brasil y México.
Enfatizo este dato, porque ambos países andinos, Perú y Chile, han sido destacados en el último tiempo como los “modelos económicos” a seguir, tomando sus procesos de liberalización económica como paradigmas a imitar.
Las consecuencias de la mercantilización se hacen notar ahora en la pauperización de la población y el deterioro de la salud pública, que recae sobre la población más desprotegida.
Proyecta el informe de CEPAL:
“para el conjunto de la región, una caída promedio del PIB del 9,1% en 2020, con disminuciones del 9,4% en América del Sur, el 8,4% en Centroamérica y México, y el 7,9% en el Caribe, sin incluir Guyana, cuyo fuerte crecimiento lleva el total subregional a una caída del 5,4%”.
En ese marco, es Sudamérica la zona más afectada, con datos por encima del promedio para Brasil con una baja del -9,2%, la Argentina con una caída del -10,5%, Perú del -13% y Venezuela en las peores condiciones del -26%.
Hay que destacar para el caso venezolano, que más allá de los problemas locales, las sanciones y el bloqueo estadounidense perjudican seriamente el funcionamiento económico.
Sobresalen algunos datos sobre la recesión en curso, en especial se menciona que:
“La producción industrial en México cayó un 29,3% interanual en abril, mientras que la actividad total de la economía en el mismo período disminuyó un 26,4% en la Argentina, un 15,1% en el Brasil, un 14,1% en Chile, un 20,1% en Colombia y un 40,5% en el Perú.”
No se trata de la especificidad de una economía, sino que a los problemas locales se suma una situación agravada mundialmente por el coronavirus.
Dimensión social del problema
El impacto es fenomenal para buena parte de la población en Nuestramérica.
“La fuerte contracción en 2020 se traducirá en una caída del PIB per cápita regional del 9,9%. Después de que hubiera prácticamente un estancamiento entre 2014 y 2019 (cuando el crecimiento promedio anual fue de solo un 0,1%), esta caída del PIB per cápita implica un retroceso de diez años: su nivel en 2020 será similar al registrado en 2010.”
Recordemos que, para la década del 80 del siglo pasado, la CEPAL popularizó la frase de la “década perdida”, a propósito de la crisis de la deuda mexicana de 1982 y las secuelas derivadas de la generalización de la hegemonía neoliberal.
Es la década, bajo el liderazgo de Fidel, en la que se intenta crear el Club de los países deudores, para enfrentar al de los acreedores, que estaba bajo la gerencia del FMI.
Se trataba del estancamiento económico en un decenio caracterizado por políticas de ajuste y reforma estructural, las que se generalizaron y popularizaron bajo el designio del Consenso de Washington en los 90.
Así se impusieron las privatizaciones, la desregulación, la liberalización y el aliento a la iniciativa privada con normas orientadas al ajuste fiscal.
Ese saldo se proyectó en el último decenio del Siglo XX como una “media década perdida”, que se sumaba a la anterior.
Los primeros 10 años del Siglo XXI aparecen como de repunte, con crecimiento y distribución del ingreso, producto de la combinación de precios internacionales de exportación en alza y una voluntad política para la mejora en la distribución del ingreso.
El clima de cambio político en toda la región indujo la extensión de las políticas asistenciales, más allá de la orientación a izquierda o derecha de los diferentes gobiernos.
Por eso, resalta el hecho que la CEPAL nos recuerde ahora que el 2020 lleva a la región al nivel registrado en 2010, por lo que consolida otra década perdida, que supone un impacto social regresivo en materia de empleo y pobreza, agravando y consolidando la desigualdad.
El mercado laboral será fuertemente impactado, al comentar la CEPAL que:
“…la tasa de desocupación regional se ubique en alrededor del 13,5% al cierre de 2020, lo que representa una revisión al alza (2 puntos porcentuales) de la estimación presentada en abril de 2020 y un incremento de 5,4 puntos porcentuales respecto del valor registrado en 2019 (8,1%).”
Afirma que:
“Con la nueva estimación, el número de desocupados llegaría a 44,1 millones de personas, lo que representa un aumento cercano a 18 millones con respecto al nivel de 2019 (26,1 millones de desocupados).”
Agrega que:
“Estas cifras son significativamente mayores que las observadas durante la crisis financiera mundial, cuando la tasa de desocupación se incrementó del 6,7% en 2008 al 7,3% en 2009 (0,6 puntos porcentuales).”
En rigor, no es novedad, ya que la OIT contempla una escalada del desempleo y la informalidad en el ámbito global, con mayor perjuicio hacia las mujeres y los jóvenes.
Así, en un marco de ofensiva del capital contra el trabajo, las condiciones de la recesión mundial y regional consolida la iniciativa capitalista que en la coyuntura aceleró una demanda demorada por el trabajo a distancia, remoto o teletrabajo.
Es parte de la búsqueda por disminuir el costo de producción laboral, transfiriendo a las trabajadoras y trabajadores parte del gasto en mantenimiento de los instrumentos y medios de trabajo.
Por eso no hay que sorprenderse que el mercado laboral haga evidente el costo en términos de ingreso y empleo que demuestran los datos de la CEPAL.
Más grave aún resulta el tema en términos de pobreza e indigencia.
“La CEPAL proyecta que el número de personas en situación de pobreza se incrementará en 45,4 millones en 2020, con lo que el total de personas en situación de pobreza pasaría de 185,5 millones en 2019 a 230,9 millones en 2020, cifra que representa el 37,3% de la población latinoamericana. Dentro de este grupo, el número de personas en situación de pobreza extrema se incrementaría en 28,5 millones, pasando de 67,7 millones de personas en 2019 a 96,2 millones de personas en 2020, cifra que equivale al 15,5% del total de la población.”
Señala el informe que:
“Los mayores incrementos de la tasa de pobreza (de al menos 7 puntos porcentuales) se producirían en la Argentina, el Brasil, el Ecuador, México y el Perú.”
Para el caso de la Argentina, la pobreza extrema pasa de 3,8% al 6,9%, con una variación de 3,1 puntos porcentuales de crecimiento; y la pobreza pasa del 26,7% al 37,5%, con 10,8 puntos porcentuales de incremento.
Hace tiempo que la región nuestramericana llama la atención por los niveles de desigualdad, que son crecientes y este informe corrobora.
En esta ocasión no se difunden los datos de la concentración del ingreso y de la riqueza, que agravan la situación de inequidad que configura a Latinoamérica y al Caribe como el territorio de mayor desigualdad en el sistema mundial.
Propuestas de la CEPAL
Sostiene en el informe cuatro líneas de acción:
a) un ingreso básico de emergencia como instrumento de protección social;
b) un bono contra el hambre;
c) el apoyo a las empresas y los empleos en riesgo;
d) el fortalecimiento del rol de las instituciones financieras internacionales.
Parece poco, y discutible, para un diagnóstico tan crudo, aun cuando sustenta medidas urgentes que promueven buena parte de los perjudicados social y económicamente.
Son demandas, las tres primeras, que se sostienen desde las organizaciones sociales y políticas que agrupan en el territorio a los sectores más desprotegidos.
Las dos primeras son sugerencias para la emergencia social y la tercera apunta a contener el entramado de pequeñas y medianas empresas, incluso las “micro”, que son en conjunto, el principal sustento del empleo en todos los países.
Más difícil resulta la última, que remite a un fortalecimiento de organismos que debieran incluirse más como parte del problema que, como solución, más aún cuando detrás del diagnóstico aparece la dependencia financiera y el sobreendeudamiento de varias de las economías con problemas.
Sin ir más lejos, el caso argentino es paradigmático en la coyuntura, cuando se encuentra discutiendo el refinanciamiento de su deuda con grandes Fondos Financieros y con un FMI que hundió al país con un préstamo impagable que condiciona el presente y futuro de la economía y su pueblo.
Es tiempo de pensar en una perspectiva civilizatoria en contra y más allá del capitalismo.
Buenos Aires, 26 de julio de 2020
[1] CEPAL. Informe especial COVID19, 15/07/2020, en: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45782/1/S2000471_es.pdf